Ayer cumplió nuestra Constitución Española 39 años. Esta conmemoración de cumpleaños obedece a que el día 6 de diciembre del 1978 se celebró el referéndum en el que los españoles de forma abrumadora dijimos sí a la pregunta: ¿Aprueba el proyecto de Constitución? Podríamos decir que nuestra Carta Magna es casi longeva, si la comparamos con la permanencia en el tiempo del resto de Constituciones españolas. Solo es superada en edad por la Constitución de 1876, promulgada por Cánovas del Castillo, vigente durante 47 años hasta el golpe de estado de Primo de Rivera.
Y no solamente permanece en el tiempo, sino que además lo hace casi de forma inalterable. Dos únicas reformas han modificado el texto originario, y las dos más por exigencias europeas, que nuestras. Una en 1992, y que consistió en añadir el termino “pasivo” al ejercicio del derecho de sufragio de los extranjeros en las elecciones municipales. Y la segunda, más polémica, en 2011 cuando se pactó entre Zapatero y Rajoy, el techo máximo de gastos de las administraciones para cumplir con las exigencias de la estabilidad presupuestaria.
Una Constitución que fue parida por hombres y en la que, curiosamente, aún permanece inalterable la preferencia varonil en la sucesión a la Corona.
Llama la atención de nuestra ley Suprema su inamovilidad, comparada con los cambios que sí han sufrido el resto de constituciones de los grandes países de Europa y América. Una inmutabilidad, propia de los partidos inmovilistas que han tenido la oportunidad de llevar a cabo esas reformas que nuestra Constitución necesita para adaptarla a los tiempos en los que estamos. Porque señores, 39 años han pasado desde que fue engendrada y mucho ha llovido….bueno, lamentablemente más bien poco en los últimos meses, pero con lluvia o sin ella (esperemos que sea con ella), lo que sí es necesario es la reforma de la misma. No romperla, ni destruirla, sino reformarla.
Es una buena constitución. Es una de las más avanzadas, de todas las hoy existentes en el mundo en materia de proclamación y garantía de los derechos y libertades personales.
Pero pese a esa cabecera que ocupamos, en materia de derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos, quedamos atrás en otras cuestiones que hacen que uno de los principios que la integran, la igualdad, pierda algo de virtualidad. Yo como política, no quiero aforamientos, aunque en realidad, como política desearía que los representantes públicos no diesen lugar a hacer uso del mismo.
Es necesario reforzar la separación de poderes para eliminar la sensación que tienen los ciudadanos de las injerencias del poder político en el judicial y por eso en Ciudadanos proponemos modificar el sistema de nombramiento del Fiscal General para reducir el peso del Gobierno en su elección; así como en la de los miembros del gobierno del Poder Judicial.
Es necesario también clarificar las competencias entre el estado y las comunidades autónomas, ya que el sistema de las comunidades apenas estaba desarrollado cuando se redactó la Constitución. El centro del debate no pueden ser los territorios, sino las personas. Es necesaria una reforma de la Ley electoral para avanzar en la proporcionalidad del sistema electoral y evitar desequilibrios por las diferencias de habitantes.
Por estas, a modo de ejemplo y más cuestiones pendientes, es necesario reformar nuestra Carta Magna, pero nunca para contentar a los que quieren romper a España, sino para hacer un país en el que quepamos todos de forma igualitaria, como ciudadanos libres, en un país justo, con ideologías distintas, con su diversidad… pero UNIDOS. Un país en el que se respete aquello que justamente proclama nuestra Constitución.
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