Ahora que se acerca la Navidad y hace poco hemos celebrado una nueva jornada solidaria de donación de alimentos, creo que es oportuno recordar el reciente informe de la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social que apunta a que casi 3,5 millones de andaluces, el 41,7% de la población, vive en riesgo de pobreza. Y es bueno recordarlo ahora que hay mucha gente poniéndose nostálgica con sus viejas fotos de la manifestación que hace cuarenta años pedía autonomía para una Andalucía libre y empezaba a despuntar una nueva esperanza blanquiverde. Pues fíjense cómo estamos ahora, cuatro décadas después: a la cabeza de los estudios que trazan las coordenadas del subdesarrollo y con dos presidentes de la Junta de Andalucía ante el juez por haber consentido, presuntamente, que en el corazón del gobierno autonómico se hubiera establecido una red de saqueo de los fondos destinados a los desempleados. Son datos y hechos que admiten pocas lecturas. Habrá quien diga, y probablemente con razón, que la autonomía ha traído para Andalucía cotas de descentralización y una mayor capacidad de autogestión. Pero lo cierto es que algo se habrá debido de estar haciendo muy mal para que los indicadores, no ya sólo de la exclusión social, sino también los relativos a la educación o la sanidad, se encuentren siempre muy por debajo de las expectativas que nos merecemos y que se soñaban aquella destemplada mañana de diciembre de hace cuarenta años en la que los andaluces exigíamos ser protagonistas directos de nuestro destino. Que durante todos estos años haya habido una presencia determinante del PSOE de Andalucía en los órganos del gobierno autonómico, algo habrá tenido que ver en toda esta sucesión de “éxitos aplazados”, que es como gustan de llamar los más pluscuamperfectos a los suspensos patateros. ¿O no?
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