El cambio climático es una realidad, y una prueba irrefutable es la baja pluviometría que sufrimos en España en los últimos siete años, y en especial, en los tres últimos donde hay claras muestras de un ciclo de sequía. También vemos cómo las temperaturas son cada vez más extremas con primaveras y otoños más calorosos y un invierno de pocos días.
En el mes de octubre se recoge una subida de temperaturas de 10 grados de media sobre el mes de octubre de 2014 que con 18,5 º C, fue el más caluroso desde que se recogen los datos. Así la temperatura media del mes de octubre de 2017 en España se sitúa en torno a los 28º C.
Este hecho hace que se necesite más agua para obtener el mismo número de alimentos ya que aumenta la traspiración de las plantas y con ello la perdida rápida de agua a través de las hojas. También es característico en el mes de octubre la llegada de “gotas frías”, tormentas de agua que a menudo descargan muchos litros en pocos minutos ocasionando desastres.
Pues bien, ante este panorama nos tenemos que plantear qué hacemos para seguir produciendo alimentos, sobre todo frutas y hortalizas, de calidad y en cantidad suficiente para cumplir con el objetivo de la FAO para eliminar el hambre en el mundo, la inseguridad alimentaria y la malnutrición. En el arco Mediterráneo los agricultores y ganaderos jugamos un papel decisivo, somos los principales encargados de producir alimentos para este fin.
En esto Almería, con 31.034 hectáreas de invernaderos, se posiciona como primer productor de hortalizas de Europa, a las que se les unen las 3.087 de Granada y las 789 de Málaga (datos de la Junta de Andalucía). A esta superficie hay que sumarle otras 30.000 has de regadío al aire libre en Almería dedicadas principalmente a producir hortalizas de hoja y sandias.
Con respecto al empleo directo el sector agrario en Andalucía se sitúa en segundo lugar con una ocupación del 16,9% de la población, sólo superada por el sector servicios con el 69,4% y seguido de industria con el 8,1%. En Almería se emplea prácticamente el 40% de su población activa en la agricultura, ya sea en trabajo del campo, 75.000 empleos aproximadamente, en manipulado de almacenes, 30.000 empleos aproximadamente, o en industria auxiliar. 6.000 empleos aproximadamente, que generan un valor de 3.400 millones de euros.
Todo es importante para la economía almeriense, andaluza y nacional, pero para algunos colectivos políticos y sociales la obtención de frutas y hortalizas en Almería hay que producirla sólo con el agua que cae del cielo, por lo que proponen con diversas iniciativas parlamentarias el cierre de invernaderos y de regadíos al aire libre. Fue Cristina Narbona en Almería durante su intervención para presentar el Plan Agua quien dijo: “gracias al agua, Tabernas ha perdido más de 1.000 has de desierto, y gracias a la vegetación ha aumentado la pluviometría en la comarca”.
Ahora quieren secar las más de 1.000 has de olivos que producen el mejor aceite de España por su gran calidad, tal y como se reconoce con la obtención de premios en numerosos certámenes, regionales, nacionales e internacionales.
Desde ASAJA no estamos dispuestos a perder los derechos de riego de la agricultura almeriense, creemos en la agricultura sostenible y en el cuidado de los recursos que la hacen posible pero, también sabemos que las nuevas tecnologías permiten utilizar los recursos hídricos con garantías medioambientales más que suficientes.
No es de recibo que por caprichos políticos se estén tirando más de 14.000 metros cúbicos de agua regenerada al mar, que la desaladora de Villaricos y Rambla Morales estén paradas, que las obras de los EDAR de Roquetas de Mar, el Ejido o Berja estén sometidas a discrepancias políticas que implican el estancamiento de ejecución de las obras.
Tampoco es de recibo que en comarcas como los Vélez se hayan unido todos los partidos, grupos sociales y sindicatos, para proponer en el Congreso la no utilización de agua subterránea para la agricultura y ganadería, todo sin un informe fiable que demuestre la no disponibilidad del recurso de la cuenca del Guadalquivir.
El agua es vida, son alimentos, son puestos de trabajo, es economía y por tanto, recaudación de impuestos, hospitales, autovías, etc. El agua es solidaria y más aún, hasta la fecha es insustituible, pero se pueden promover alternativas. Es necesario un cambio de mentalidad, en vez de prohibir hay que admitir nuevas iniciativas, hay que invertir en las infraestructuras necesarias.
Ante la inacción política para invertir y admitir nuevos modelos, la administración se ampara siempre en dudosas denuncias de colectivos simpatizantes al movimiento político para sancionar el uso del recurso. Sólo nos queda la iniciativa de los usuarios, en su mayoría agricultores y ganaderos, pero no siempre es bien entendida o ponen escusas para no ser admitidas. Es muy importante que la Junta , competente en la Cuenca Mediterránea Andaluza y parte en la toma de decisiones en las Cuencas del Segura y Guadalquivir, ya haya admitido un modelo de gestión como válido, el propuesto por la Junta Central de Usuarios del Poniente Almeriense, ahora sólo falta que se pongan en marcha las juntas centrales y propongan un plan de recuperación de los acuíferos adaptado a sus comarcas, a las necesidades de los usuarios y a las limitaciones ambientales. En Almería sin agua no hay alternativa.
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