Dice Albert Rivera que "ni lo nuevo ha llegado ni lo viejo ha muerto". Rivera citando a Gramsci. La ventaja de Rivera es que actúa sin complejos ni hipotecas. Gramsci fechaba la mutación de una crisis política en tragedia cuando lo nuevo no acababa de nacer y lo viejo no terminaba de morir.
No es el caso de España. Lo que pasa en la política española no es trágico. Es patético en la interpretación latina del término. Lo que conmueve y empuja a la melancolía. Melancolía ante la falta de pulso político. Exceptuando a Ciudadanos -que vive días de euforia contenida a cuenta de su trabajada epifanía catalana- el resto de los partidos nacionales están encerrados en su laberinto. Ajenos a la realidad del país.
En el PP, partido que gobierna en España pero que casi ha desaparecido en Cataluña, sus líderes guardan silencio a la espera de que hable Mariano Rajoy. Que hable sobre las causas de tan gran desastre o que diga algo que vaya más allá del recalentado discurso de la recuperación económica, que va bien, pero no alcanza para lograr empleo a los tres millones y medio de parados que cambian de canal de televisión cada vez que sale alguien del Gobierno a decir que España va bien.
Ensimismamiento también en el PSOE. El líder al timón no parece haberse enterado de que mientras el PSC mantenga afinidades de fondo con los nacionalistas los socialistas nunca más volverán a tener mayoría propia para gobernar en España. Por no hablar del error de preterir los principios de la socialdemocracia para adoptar discursos "gauchistas" cuando la realidad constata la pleamar de las mareas populistas.
Respecto de la situación de Podemos, la derrota en Cataluña es el anticipo de lo que le puede pasar en el resto de España en las próximas citas electorales. La reacción de Pablo Iglesias criticando a los medios y no reconociendo que el error fue suyo al apoyar a quienes apoyó en la deriva separatista, es la evidencia de que el otrora movimiento popular se ha convertido en un partido político más en el que nadie se atreve a criticar al líder. Muy pronto envejeció lo nuevo.
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