Hubo un tiempo en el que el mar nos unía y en el que todos proveníamos de él. Me contó un día Macarena Molina Hernández, licenciada en Ciencias del Mar y pescadora de Pescartes (Asociación de Pesca Artesanal del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar): “Todas provenimos del mar, pero no todas somos del mar. Aquellos que sí lo somos, los hijos e hijas de las mareas, tenemos que volver a él una y otra vez hasta que un día no regresamos, dejando atrás aquello que nos ha emocionado durante el camino”, haciendo referencia a la película Chasing Mavericks. Dice esta mujer sabia: “Los iguales nos reconocemos sin mirarnos. Sabemos que habitamos el mismo planeta y confiamos en que el mar nos reunirá…”.
Y ella y el patrón Luis Rodríguez vinieron a enrolarme, una tarde al inicio de verano, para que formara parte de su tripulación y adentrarme en el legado patrimonial de la pesca artesanal del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, un legado que apenas ha cambiado en dos mil años, pero que a pesar de sus desvelos continuos, está a punto de desaparecer.
La pesca forma parte del ser humano desde el inicio y nuestra relación con el mar se remonta al inicio de la vida en este planeta. Necesitamos además al mar porque nos enseña. Nos hemos olvidado de interpretar sus señales, aunque nos provee y con su oleaje nos envuelve, nos calma y nos sana.
Las barcas varadas en la playa forman parte de mi memoria infantil, y en ellas se portan valores humanos y sostenibles claves para la sociedad del siglo XXI, y que se van diluyendo día a día, marea tras marea sin saber que atesoran la sabiduría ancestral y que han definido culturalmente a sus comunidades.
Una forma de vida, una forma de amar, un compromiso con la biodiversidad y la sustentabilidad, que han quedado muy vulnerables frente a la globalización, y probablemente estemos conviviendo con la última generación de pescadores artesanales.
“Los pescadores pueden ver a millas de distancia en el océano cuántos cardúmenes de peces está cerca, qué otras especies están con ellos, dónde debería instalarse la red para atraerlos. Esta clase de inteligencia con la naturaleza está ahí, esperando a ser aprendida. Esperando a ser enseñada”, dijo la filósofa Vandana Shiva, en Quito, en su Conferencia Magistral “Democracia de la Tierra y de los Derechos de la Naturaleza”.
Los pescadores atesoran palabras vinculadas a la mar como: albarza, boliche, maesa, bornoi, caperol, garrucha, calafate, amonar, almendrilla, lance, pescante, somero, seco, revolica, tranza, yeldo, volaera, trespor, etc. palabras que juntas y remendadas, hablan de salitre y sudor, pero sobre todo de amor al mar.
Os invito a acercaros, cuando los veáis en la playa, asomaros a ver sus preciados tesoros capturados, en sus primorosas barcas, en la mar infinita y a contemplar cómo reparan sus artes artesanales, que cuidan con esmero porque es el sustento de sus familias. Generación tras generación, dependen y ha dependido de ello. Observad y veréis que ocurre una cosa extraordinaria: en el mar y junto al mar, a pesar de ser un trabajo tan duro, almas libres, personas sabias y, aunque no lo sepan, excepcionales. Cada uno con su nombre y su mote: Los Chatos, El Caña, El Leñero, Los Bolillejas, Los Núñez, Los Matameses, El Noli, Los Chinorros, Los Farinas, Los Merlos, Los Morenos, Macarena… Son espíritus libres e indómitos como los vientos de esta paradisíaca costa. Y si un día me hubieran preguntado por mis sueños, hubiera explicado ensimismada que quisiera saber más sobre los secretos que atesora el mar; la mar desde la mirada de la poesía, de la ciencia y la de los sabios y sabias del lugar que no entienden ni de tiempo ni de fronteras.
Escribió Gustave Flaubert: "Ten cuidado con tus sueños: son la sirena de las almas. Ella canta. Nos llama. La seguimos y jamás retornamos". Y espero que los vientos sean propicios y no retornar jamás porque: "El mar es como un viejo camarada de infancia a quien estoy unida con un salvaje amor...yo respiré, de niña, su salobre fragancia y aún llevo en mis oídos su bárbaro fragor". (Poemas del Mar).
Amo al mar porque el mar es mi patria, mi bandera y mi Ítaca, el lugar donde necesito regresar, como dijo Albert Camus: “El mar me precede y me sigue”. Es el futuro del planeta, es el misterio de la vida, es un espejo donde contemplar nuestras almas entre los vaivenes de sus olas, una mirada mecida en las noches de pesca con aliento de salitre, rocas y arenas. Tengo mil preguntas para estos pescadores artesanales, ando buscando respuestas y sé que ellos y ellas las custodian: ¿Quién nos enseñará donde respira el mar? ¿Dónde descansa el sol? ¿Qué edad tiene la luna? Y si, como decía en sus versos José Ángel Valente, ¿los peces son dioses?
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