Con los urdangarines y Anna Gabriel se podría componer una entrega de "Españoles por el mundo", esa rémora televisiva del "España va bien" en la que nuestros compatriotas eran invariablemente ricos, o guapos, o ingenieros, o aventureros de lujo. Españoles por Suiza.
Pero si ese programa ultrajaba un poco, o un mucho, la memoria de los tres millones de españoles que tuvieron que emigrar con lo puesto, fugitivos de la miseria del franquismo, y también la realidad actual de los miles de jóvenes que buscan fuera, en precario, el trabajo que no hallan en su país, la presencia de la ex-diputada autonómica de la CUP en esa imaginaria entrega ultrajaría también la memoria del verdadero exilio, del político y del económico, que arrastró por Suiza y por la Bélgica de Puigdemont sus fatigas, su tragedia y su desarraigo. Anna Gabriel ha dicho, en ese plan yupi de "Españoles por el mundo", que si se queda en Suiza, se ganará la vida dando clases en la Universidad. ¿En qué Universidad? ¿Con qué título convalidado? Naturalmente, ha dicho eso, que trabajará en algo, porque sabe o intuye cómo se las gastan en Suiza con los forasteros, salvo con los que van a dejar en sus bancos la pasta sin importar su procedencia, como en la Legión no importaban, para enrolarse, los delitos del pasado. Lo cierto es que ha sido su miedo lo que la ha llevado a Suiza, su pánico a responder ante la Justicia por los presuntos ilícitos que se le imputan en relación a lo que ella creía que era un juego, pero supone que componiendo una imagen modosa, que exhibiendo su dominio del idioma que se usa en algunos cantones, que diciendo que es profesora universitaria y que la persiguen por su ideas políticas, en Suiza la van a hacer caso.
Uno, que vivió de joven algún tiempo en Ginebra, sabe que los suizos no son amantes de los líos. Es improbable, pues, que la Confederación Helvética se vaya a meter en la guerra de Anna, salvo que la proverbial torpeza del Gobierno de Rajoy, evidenciada hasta el extremo en el manejo de la cuestión catalana, le haga a la anticapitalista el favor de granjearle las simpatías del ejecutivo de Berna.
Españoles por Suiza. Y por Bélgica. Anna y Carles. Qué vergüenza, qué ultraje al exilio.
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