El mundo es una calle y en la puerta de al lado siempre habita un genio del que puedes aprender si te lo encuentras en la acera tomando el sol de la mañana. El viernes viví uno de esos encuentros. Fue en Carchuna y con Pedro Ruiz, presidente de la cooperativa La Palma. Conocía la empresa a través de la ex consejera Clara Aguilera y por algunos directivos del sector en Almería, pero la suerte todavía no me había facilitado aprender de quienes la dirigen.
La primera lección fue demoledora. Frente a la inmediatez con que se toman siempre las decisiones en cualquier ámbito, el presidente de La Palma ha diseñado una estrategia de largo circuito que, a la vez que preserva el presente, garantiza el futuro. Desconozco si lo ha aprendido de Churchill, quizá no, pero ha cumplido la filosofía del político inglés con escrupulosidad británica. Sostenía el premier que ganó la guerra a Hitler que la diferencia entre un mal político y otro bueno es que el primero piensa en las próximas elecciones y el segundo en las próximas generaciones. Nunca tan pocas palabras describieron tan nítidamente comportamientos tan distantes.
La primera vez que leí esta definición churchiliana no fui capaz de ir más allá del territorio doméstico de la política y los políticos. Pedro Ruíz desveló, sin pretenderlo, mi torpeza. Lo hizo cuando, con la naturalidad con que hablan los tipos que han visto crecer con el mimo de sus manos y la capacidad de su inteligencia los productos de la tierra, contó su experiencia propiciando el acercamiento de centenares de niños de la comarca a sus instalaciones para que conocieran cómo funcionan esas fábricas alimentarias que clasifican, cuidan y distribuyen los productos agrícolas de nuestra tierra por toda Europa.
Una experiencia que complementa con los cursos de gestión de invernaderos para hijos de agricultores (por los que han pasado ya más de 250 personas) y con una proyectada Escuela de Capataces con que le pretende generar una cultura de autoestima y conocimiento del sector para quienes, desde la propiedad o la técnica, deberán gestionarlo en el futuro con el relevo generacional. “Nos estamos equivocando- decía con tino de alquimista sociológico Pedro Ruiz- cuando nos obsesionamos con que nuestros hijos hagan una carrera que les aleje de la dificultad apesadumbrada que nosotros hemos soportado del trabajo en el campo. Es un error grande porque, a lo que acaban llegando es a obtener un título que, en la mayoría de los casos, no les facilita el acceso a un puesto de trabajo, sino a acabar en la cocina de un restaurante de Londres preparando hamburguesas y cobrando quinientas libras al mes”. “lo que pretendemos con la Escuela de Capataces- añadía- es generar en ellos un sentimiento de identidad y orgullo que les haga atractivo el trabajo en el invernadero y, a la vez, facilitarles conocimientos técnicos que les acerquen al sector y a sus grandes posibilidades de rentabilidad”. Nada más y nada menos: generar una cultura que garantice la continuidad de las explotaciones agrarias. Preocuparse de la pizarra y los mercados de mañana, pero garantizar la presencia de nuestros productos a través de las nuevas generaciones que habrán de sustituirlos.
Y andaba yo en ese reencuentro lluvioso con aquella definición de Churchill- su filosofía es aplicable a cualquier aspecto de la vida y aún más en el ámbito empresarial- cuando, al doblar la esquina de su reflexión me encontré con una idea ya esbozada por algunos almerienses y que, todavía, no ha encontrado el cauce de puesta en marcha que, sin duda, merece. Una idea que tiene su objetivo en la creación en Almería- dónde mejor si no- de una Escuela de Negocios especializada en el sector alimentario de frutas y hortalizas.
Almería está llamada a ser el Silicon Valley agrícola del futuro y esta Escuela de Negocios construida sobre la excelencia del conocimiento consolidaría la arquitectura de un sector, el de la industria alimentaria, sobre el que se sustentará la base de la pirámide del consumo nutricional del futuro.
La Voz celebró ayer, con miles de almerienses, el Día Mundial del Tomate. Una jornada para encontrarnos en torno a uno de nuestros productos estrella y compartir la dimensión emocional del mayor éxito empresarial de esta provincia en toda su historia. Gracias a todos los que hacen cada día mejor el sector. Pero cada día tiene su afán y el de mañana es, como señalaba Pedro Ruiz, garantizar el futuro. Desde el conocimiento, pero también desde la pasión de hacer cosas y hacerlas muy bien. Algo que los agricultores almerienses han hecho cumpliendo la máxima de Séneca cuando hace dos mil años sostuvo que “no nos atrevemos a hacer muchas cosas porque son difíciles, sin darnos cuenta que son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”.
Continuemos haciendo cada uno lo que debemos hacer. Y la Escuela de Negocios es un reto al que nadie debe dejar de acudir.
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