Una huelga, cualquier huelga, se compone de dos elementos en apariencia contradictorios, el de parar y el de moverse. Parando se expresa, se demuestra más bien, cuanto la comunidad pierde o se perjudica con el cese de la actividad del colectivo en huelga, y moviéndose, movilizándose, se concretan sus reivindicaciones y se exhiben su determinación y su fuerza. A la huelga del próximo día 8, el de la Mujer Trabajadora, se suma un elemento más y acaso el más importante, el de suscitar, mediante el debate, un compromiso general, así de partidos como de particulares, para combatir y vencer los ultrajes y las discriminaciones que sufren las mayoría de las mujeres por el hecho de serlo.
Mas para que ese debate de sus frutos, el de situar la igualdad entre hombres y mujeres en el centro y el de lograr la relación justa, fraterna, cooperativa y de respeto entrambos que exige la civilidad, es necesario que en él se escuchen todas las voces, pues de todos y con sus distintas maneras de pensar y de enfocar el asunto depende el éxito de la empresa. Lamentablemente, la preeminencia y la mayor capacidad organizativa y propagandística de un sector excluyente y un punto androfóbico entre los convocantes de la huelga, pudiera desvirtuar su objetivo, en cuya conquista han de ir de la mano, necesariamente, mujeres y hombres.
La negativa de ese sector del posfeminismo ultramontano a que los varones secunden la huelga, pese a que el maltrato social a la mujer en todas sus formas les concierne particularmente, revela una visión demediada, sectaria, del problema que aflige y empobrece a todos sin distinción de sexo. Contrasta esa actitud cerrada con lo que se vio en la gran manifestación de Vigo del pasado domingo, en la que, como no sólo es natural sino imprescindible, hombres y mujeres, mujeres y hombres, marcharan juntos contra la injusticia y el oprobio.
¿Podría imaginarse algo más potente y más hermoso que una huelga general por la Mujer el 8 de marzo que secundáramos activamente todos, o, cuando menos, todos cuantos se duelen y exasperan del ninguneo a las mujeres, nada menos que a la mitad de todos? ¿Podría concebirse algo mejor que ir juntos, iguales, mujeres y hombres, a por ese futuro de unión e igualdad?
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