La leyenda urbana hace referencia al paisano andaluz -bien podría ser almeriense- que en las postrimerías de la década de los sesenta viajó a Madrid a bordo del expreso. Naturalmente, se trataba de una unidad ferroviaria en la que se podía disfrutar de las “comodidades” del coche cama de segunda clase durante toda una noche de idas y venidas por un angosto pasillo en el que se mezclaba el aroma de los ducados y la combustión del carbón de la esforzada locomotora.
Bien entrada la noche, la marcha cansina se hacía aún más pausada al afrontar los desniveles en Despeñaperros. Había momentos en los que parecía que el tren se iba para atrás, decían algunos. Además, el olor se hacía más penetrante y la carbonilla se desprendía por la chimenea con mayor intensidad debido a la demanda de mayor esfuerzo para superar la accidentada frontera natural que nos separa de Castilla-La Mancha.
Lo que no podía entender este viajero era la inopinada y repentina energía que hacía enloquecer a la locomotora cuando estaba a punto de alcanzar la estación de Atocha. Todo era pasar por Cienpozuelos, Valdemoro, Pinto... y la locomotora iba aumentando el ritmo como si se contagiara del rápido, electro-tren, talgo y otras unidades modernas y potentes con las que se iba cruzando y que no estaban al alcance del paisanaje sureño. Esta circunstancia enojó aún más a nuestro viajero que, al llegar a Atocha y, dirigiéndose hacia la locomotora, levantó blandiendo la garrota gritando con ánimo retador: ¡Esos cojones en Despeñaperros!
Han pasado muchos años y aún somos víctima de estos ejercicios de sobreactuación. Y lo peor es que las viejas “locomotoras” del pasado pretenden el relevo de la nueva política que dicen impulsar y representar. Pero no nos engañemos siempre han sido así. Han construido sus respectivos cenáculos en función de filias y fobias. Han defendido las posiciones más ofensivas y vejatorias para Almería y retrasaron el progreso de la provincia manteniendo la pleitesía y el servilismo hacia los sectores, corrientes o facciones que más rentabilidad otorgaban a sus aspiraciones personales. Antes eran guerristas y renovadores; ahora son pedristas y susanistas, pero es la misma historia. No existe modelo, ideología o reformismo. Todo es un compendio de bajos instintos que se centra en la vendetta que iniciaron sus respectivos dirigentes y que libran los vasallos. Ninguna guerra se resuelve con el duelo entre los generales o los dirigentes que la provocaron; para eso está la aguerrida infantería que no dudará en hacer uso de la más infecta propaganda o las más descaradas labores de zapa.
La maniobra de los pedristas (Nono Amate y Fernando Martínez principalmente) con la inusitada avalancha de filiaciones a la Agrupación Local de Almería ha venido a coincidir con la explosión floral de la primavera y, por ende, de capullos. La que llaman “multiplicación de los panes y los peces” debería llamarse, como bien explica Miguel “El querido”: “En la mar, peces; en la barca, pescao”. Sabia explicación para determinar que esta “pesca” tiene mucha ficción que depurar, como ya avanza el lugarteniente de Susana, Cornejo: “Vamos a revisar una por una todas las afiliaciones que, sorprendentemente, se han producido”.
Poco trasciende para los ciudadanos estas vendettas entre líderes y allegados. El problema radica en las diferentes posiciones sobre asuntos tan delicados como el modelo de abastecimiento de agua para el futuro. Pedro Sánchez -como su desastroso antecesor, Zapatero- niega los trasvases y aboga por las desaladoras que el propio PSOE incumplió en tiempo y forma. Como respuesta, el consejero de Agricultura, Rodrigo Sánchez, confronta abiertamente con Sánchez; y los pedristas de Almería, con notable insensatez, defienden la ruina para Almería, como ya lo hicieron los entonces guerristas apoyando la autovía de la provincia por los Vélez sin tocar la capital. Habría que ver al consejero o a los sectores enfrentados absolutamente pastueños ante una dirección nacional fuerte, indiscutida e indiscutible. Sería el momento de defender las ideas sin complejos y pensando en qué es lo mejor, y no lo que hay que defender según de quién provenga. Como diría el paisano del expreso: ¡Esos cojones en Almería, Sevilla… y en Ferraz!
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