Comentando con un amigo los incidentes derivados de la sentencia del asunto conocido como "La Manada", me decía que nunca había visto a la gente tan agresiva y dispuesta a todo por causa de una sentencia judicial. Parece que una ideología extrema puede mover a las masas a hacer cosas impensables, como asaltar la sede de un tribunal de justicia, y ya puestos, a agredir a sus integrantes porque no les gustan sus sentencias.
Cuando se puede convertir un asunto judicial en un asunto de orden público algo está ocurriendo en nuestra sociedad que es preocupante, puesto que el funcionamiento de los Tribunales debería ser conocido y respetado en un Estado de Derecho. Las Audiencias Provinciales están aplicando e interpretando leyes desde hace 150 años. La forma de valorar los hechos en un tribunal de justicia colegiado es similar, pero ahora se hace con más explicación y fundamento, partiendo de la idea de tipificación o descripción de un hecho en un Código penal y la aplicación del mismo a un caso concreto, valorando la prueba conforme a unas reglas derivadas de la razón, las máximas de experiencia y la jurisprudencia. Esto en algunos casos, por la conjunción de varias circunstancias, es más difícil de lo que algunos se puedan imaginar, porque los contornos del tipo penal se desdibujan o los hechos no aparecen tan claros a la luz de las pruebas. El voto particular, que no existe en muchos países como Francia o Italia, deja expuesta la división del Tribunal y en mi opinión debilita la resolución. Para otros es un aviso al tribunal de apelación.
Pero hay una diferencia sustancial, una sentencia de hace 50 años no tenía de una décima parte de la fundamentación que la que ha motivado estas protestas. La extensísima argumentación revela que el asunto ha sido debatido, en mi opinión en exceso, hasta el punto de que se elaborado un verdadero tratado sobre un caso que no debería de ocupar más de 40 ó 50 folios. El análisis de los hechos es tan minucioso que puede que el bosque no haya dejado ver el camino. Los que llevamos años trabajando en Tribunales de apelación y que, por tanto revisamos las resoluciones judiciales, sabemos de este posible fallo de enjuiciamiento. Pero afortunadamente existe la doble instancia en la vía penal, lo que por cierto se consiguió hace solo un par de años porque nuestro Ministerio de Justicia ha sido y sigue siendo cicatero en medios.
Ahora hay otro tribunal colegiado, el Tribunal Superior de Justicia de Navarra, que valorará las pruebas de nuevo, con completa competencia para revisar los hechos y calificarlos de la forma que se estime más ajustada a derecho. Y finalmente el Tribunal Supremo pondrá punto final con una nueva valoración de lo sucedido, si bien por medio de un recurso que tiene tasado sus motivos, pero que en definitiva supone un nuevo enjuiciamiento. Lo anterior puede llevar entre un año o año y medio, pero las garantías son muchas ya que las penas en juego son importantes. De momento la extensión de la sentencia revela que la cuestión ha sido analizada con una minuciosidad que excede de lo habitual, posiblemente porque el Tribunal sabía la repercusión mediática que tenía su asunto y por la dificultad para delimitar el abuso sexual de la agresión, figuras jurídicas que se incluyen en el Código Penal de 1995 por indicación de la doctrina penalista, ante la anterior redacción en que todas estas conductas eran violación.
Lo lamentable es que desde algunas instituciones políticas se entre en el juego peligroso de poner en duda nuestro sistema judicial, o se hagan peticiones para inhabilitar a los jueces porque no nos guste una sentencia. Esto puede comprometer la seguridad jurídica basada en la premisa de que en cada caso el Tribunal trabajará al margen de presiones sociales o ruido en las calles. Los tribunales son populares cuando participan los ciudadanos por medio del jurado. Cuando se pretende que se juzgue oyendo a las masas estaremos ante algo muy peligroso, ante tribunales populares de otro tipo, que se mueven por los sentimientos de la calle, es decir por la venganza o el escarmiento. Esperemos que nunca lleguemos a eso pues la sociedad española ha dado muestras de madurez democrática en muchas ocasiones.
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