Lo he dicho una y mil veces: siempre me ha fascinado la televisión, y me refiero a la de toda la vida; la de encender el aparato y ‘rezar’ para dar con un programa, una serie o una película decentes. Crecí con las películas de los fines de semana en TVE1, siempre intentaba darle una oportunidad a la parrilla de La2 -Qué grande es el cine era y será siempre mi programa favorito- y fui un atento seguidor de las novedades de Cuatro hasta que empezó a convertirse en el esperpento ‘telecinquero’ que es actualmente. Pero desde hace bastantes años la cosa ha cambiado y ahora en casa la programación televisiva tradicional es más bien el pequeño paréntesis entre maratones de series y atracones de películas; lo que se pone mientras cenamos o cuando los ojos impiden leer más subtítulos -sobre todo si se habla japonés...
Durante un tiempo esos ratos los ocuparon los documentales de Discovery Max -hoy DMAX-, pero su puesto se lo acabó quedando Divinity, y así continúa siendo a día de hoy. ¿Motivos para la crítica? Los hay a montones: los programas residuales derivados de los realities de Telecinco -canal que en nuestro mando a distancia ocupa, desde hace mucho, un número indeterminado entre el 50 y el 60-, las interminables y abruptas pausas para la publicidad -un mal endémico de casi toda la televisión en abierto-, el lamentable uso de antiguas series de Cuatro o Telecinco -ya solo la calidad de imagen de la ‘renacida’ Yo soy Bea daña las retinas- o los inexplicables maratones de ciertos programas -lo que en EEUU o Canadá emiten en un año aquí se emite en una semana-. Pero también hay cosas positivas, aunque hablaremos de ellas la semana que viene; sé que esta columna, tal y como anunciabamos hace siete días, estaba originalmente ideada para hablar de los programas ‘de casas’, pero -como de costumbre- los párrafos se acaban y no puedo despedirme sin hablar aunque solo sea un poco sobre....
Trollhunters. A falta de visionar el último capítulo de la serie -algo que haré nada más termine estas líneas-, no podría estar más contento con su última y tercera temporada: acción, drama, humor, aventuras, personajes carismáticos y las consecuencias del triste fallecimiento de Anton Yelchin -y, sobre todo, la forma que ha tenido la serie de abordar el doblaje de su personaje- han hecho de ella una experiencia para recordar. Ahora solo queda confiar en que las futuras entregas de la saga ‘Tales of Arcadia’ -3 Below y Wizards, esta última colofón de las dos anteriores y de nuevo con los personajes de Trollhunters- mantengan el equilibrio entre diversión y calidad conseguido hasta ahora por la serie creada por Guillermo del Toro.
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