Hoy se ha visto como algo forzado por un resultado negativo por parte de sus compañeros de partido. Un hombre, un cargo, se ha venido pregonando en casi todos los grupos políticos. A Juan Carlos Pérez Navas se lo han venido recordando por activa y por pasiva desde dentro y desde fuera de su agrupación. Tenía que optar por el senado o por el ayuntamiento, las dos actas, y encima en tiempos de crisis, no se vendían demasiado bien, por mucho que cobrara sólo de una de las dos, del senado, sin olvidar que el ayuntamiento le pagaba asistencias a plenos, cuatrocientos del ala, y cualquier otra prerrogativa legal que le pertenecía. Mientras el partido no se lo pidiera, manifestaba, iba a continuar con los dos puestos. Al final tiene que dejar el ayuntamiento y casi por la puerta de atrás, tras la segunda derrota en su agrupación. La primera derrota fue por diecinueve votos, se enfrentaba a Fernando Martínez por la secretaría local, la segunda ha sido de más de ciento sesenta votos, eran las primarias para encabezar la próxima lista del PSOE a la alcaldía de la capital. Su primera reacción política, la lógica y esperada, era dejar la portavocía en manos de la vencedora, Adriana Valverde. La segunda ha sido dejar el acta de concejal. No ha sido sorpresa para nadie, era lo inevitable, por mucho que se quisiera retrasar. La propia Adriana volvía a recordar los dos puestos y le pedía que dejara uno de ellos. Estaba claro que sería el del ayuntamiento. Ante la militancia socialista almeriense a Juan Carlos Pérez Navas le ha perjudicado el mantener los dos cargos, Senado y Ayuntamiento, quizás no ha querido darse cuenta, quizás no le ha aconsejado bien algún compañero de bancada, pero la situación no se vendía bien, ni siquiera entre los actuales susanistas almerienses que le han votado en las pasadas primarias. Hace unos años habríamos aplaudido la actual decisión del político, hoy creemos que ha llegado tarde. Hace años le aconsejamos en más de dos ocasiones desde este rincón que debía tomar una decisión y dejar uno de los dos cargos. Comprendo que es difícil dimitir y más cuando llega el canto de las sirenas y te sientes amarrado y con fuerza al palo del poder, pero lo que ayer habría sido un aplauso y canto unánime hoy se ha convertido en un: Ya era hora. ¿Quién cantará hoy tus glorias?
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