El 30 de septiembre, en un artículo titulado “Tengo cáncer”, expliqué que había encajado bien la mala noticia porque, como sentenció en su día John Lennon, la vida es lo que va pasando, y me había pasado. Y me preguntaba “¿qué haré ahora? Aún no lo sé. La mayoría de los cánceres se cura y admiro a quienes les plantan cara y luchan denodadamente. Conozco a muchísimos supervivientes, curados y que hacen vida normal. Pero mi decisión depende de los detalles de la biopsia, cuyo resultado no conoceré hasta dentro de unos días. Sólo sé que, afortunadamente no tengo metástasis y que el bicho, aunque es grandote, está limitado al pulmón. A mis años, casi 73 ya, si la solución es, digamos, no cruenta y garantiza una supervivencia de calidad, optaré por ella; si no lo es, dejaré que la vida siga su curso hasta el final, metido como estoy en la ancianidad... pues siempre he pensado que la vida es, sólo, carpe diem, cuestión de intensidad –sin esperar a que la muerte cure de la vida, como decía Jorge de Oteiza- y no de extensidad...” Y, además, como después de morir no hay otro mal ni penar, que poetizó Jorge Manrique, y todo es morir, y acabose la obra, según Cervantes, jamás le he tenido miedo a la muerte pues la vida es, sólo, un préstamo que hay que devolver. Es la única acreedora que no tiene morosos.
Por razones exclusivamente familiares, tras el diagnóstico en Torrecárdenas tuve que irme a Madrid –debería decir “venirme”, porque aquí sigo- para iniciar el tratamiento, pues éste exige compañía, y en Almería vivo solo, mientras que allí están mis hijos y nietos... a los que les ha tocado el gordo de dar posada al peregrino y de disfrutar de la compañía permanente de su padre. ¡Pobres hijos! Procuraré ser piadoso.
Un diagnóstico suplementario –PET/TC, que, incomprensiblemente no se practica en Almería- requisito esencial previo al inicio del tratamiento, ha enmendado maledettamente el almeriense, que lo liberaba de metástasis y descubierto que se ha extendido a la sexta costilla, que ¡ya son ganas! Es una pena no haberme llamado Adán y que Dios me hubiera liberado justo de ésa, aunque el tema de la costilla de Adán no esté del todo claro, empeñadas las científicas feministas radicales en cambiar las tornas: Clara Montes bien a las claras lo canta: “los hombre mintieron, ellos son la costilla de la mujer primera”.
Y, contradiciéndome con lo que escribí en septiembre, aunque haya aparecido la metástasis he decidido saltar al ruedo y lidiar al dicho.
Y ¿por qué he cambiado de criterio?
Porque he tenido la fortuna de coincidir con un Médico –un premio que me ha dado la vida en lo que tal vez gracias a él no sean sus postrimerías- capaz de transmitir hasta el contagio su pasión, que llega a emocionar, por los avances curativos de la Medicina. “¿Qué son la vocación, el humanismo y la empatía?” Jesús Corral Jaime, sería la respuesta. Pertenece al Departamento de Oncología Médica de la Clínica de la Universidad de Navarra en Madrid, es joven, y me ha propuesto varias soluciones alternativas/sucesivas a las que, incluso como espectador de mí mismo, me ilusiona asistir: siempre dije, cuando en el DNI se ponía la profesión, que en el mío debería figurar curioso. A fin de cuentas, no había contradicción alguna: un abogado, lo es.
También me hizo cambiar de criterio haber contado, siempre, con la gracia de Gracia.
Y que el Dr. Corral me haya asegurado que con la técnica de la inmunoterapia no hay –quizá exagere yo, en mi fe- molestia incómoda en exceso, por lo que no es que pueda, sino que debo, seguir con mi vida habitual, incluida la profesional.
Y, claro, porque tenía que salir a relucir la casta miura que llevo en mis genes: no en balde, Eduardo Miura, el padre, me decía: “Fausto, bravura es fiereza”.
Y confío, haciendo honor al apellido, en ser de esos toros que, por su lucha brava, consiguen el indulto y vuelven a la dehesa a ser felices. Claro que Los Toros son una función coral, en la que hasta el público es esencial: y ese púbico lo tengo: la gente que me quiere, tal vez no muy numerosa, pero sí muy intensa.
Cuento con Vd., ¿verdad?
... Y, de manera involuntaria, mentí en mi último escrito cuando dije que “he vivido todo lo que quería vivir. Y no tengo nostalgia de cosas que aún no han sucedido porque sé que ya no sucederán”. Más de una vez he dicho que he cumplido mis deberes con la vida y que a ella, ya, sólo le faltaba darme satisfacciones. Si Dios quiere, el sábado viviré una de las más intensas: ¡cómo podía yo soñar siquiera, ni en grado de máxima locura, que la Diputación me honrase con la Medalla de Oro de la provincia!
... Y el domingo, es mi cumpleaños: ¿cabe mejor regalo?
A mis compañeros de lucha contra el cáncer, ¡ánimo! Todo es posible.
¡Vamos p’allá!
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