A Sevilla se pasa porDamasco

No parece estar del todo claro el conocido episodio de la caída del caballo de San Pablo camino de Damasco, ya que estudios posteriores parecen atribuir al brillantísimo equipo de redactores evangélicos la vistosa figura del jardazo descabalgante como mejor fórmula de explicar, en aquellos tiempos, un cambio de orientación radical en los modos y en las formas de pensar. De la hípica a la épica apenas hay un paso, y hemos de admitir que dos mil años después de su creación, la imagen de la conversión repentina vía galletón se ha consolidado en el imaginario popular de tal modo que el presunto accidente ha acabado siendo usado como metáfora universal del cambio sobrevenido. Y yo no sé cómo serán las veredas camino de Damasco, pero seguro que no son tan hermosas como las playas de Sanlúcar de Barrameda, localidad natal del presidente de Ciudadanos, Juan Marín, donde galopan los caballos sobre las arenas espumadas del Atlántico. Pero para espectáculo inolvidable, además de los jinetes corriendo junto al mar, el de la caída al rompeolas de la realidad de los ciudadanos candidatos, que han anunciado una auditoría general a la Junta de Andalucía en cuanto gobiernen o formen parte de lo que ellos llaman “gobierno del cambio”. Y no seré yo el que niegue la necesidad de levantar las alfombras y abrir las ventanas en San Telmo para que entre el aire nuevo para la casa, como canta el gran José Mercé. Pero sí creo justo señalar que, con independencia de mi impresión favorable al cambio de escenario político en Andalucía después de casi cuarenta años de monocultivo socialista, no podemos olvidar que los que han ayudado a Susana Díaz a mantener las alfombras quietas y las ventanas cerradas a cal y canto son, precisamente, los que ahora -pero no antes- proponen hacer limpieza general. ¿Cuándo se habrán dado cuenta de que la casa está sucia? En fin. Para las magulladuras propias de las caídas, el Betadine va fenomenal. Y además, deja la piel de un color anaranjado. Para qué más.