VOX en el Poniente: el fuego y la palabra

Santiago Abascal, presidente de Vox.
Santiago Abascal, presidente de Vox. Europa Press
Pedro Manuel de La Cruz
14:00 • 16 dic. 2018

Apenas unas horas después de que se conociera el resultado de las elecciones andaluzas, el lunes 3 de diciembre, la dirección de El mon a RAC 1, el programa con más audiencia de Cataluña, tuvo la amabilidad de invitarme a participar en la tertulia de esa mañana. Fueron mas de veinte minutos de entrevista por parte de Jordi Basté desde el estudio, acompañado por Marius Carol, director de La Vanguardia, Pilar Rahola, comentarista, y Antoni Baños, ex diputado de Esquerra Unida. Querían conocer la opinión de un periodista andaluz sobre los resultados electorales y sus consecuencias. Hablamos de todo y de todos y, como era previsible, la irrupción de VOX en El Ejido en particular y en Almería en general, ocuparon bastantes minutos.



La llegada de la extrema derecha al Parlamento inquietaba a mis circunstanciales compañeros de análisis (a mí, también; no me gustan los extremismos de ningún lado), pero ninguno cayó- al menos durante mi participación en el programa-  en el recurso de la descalificación hacia el municipio andaluz donde más apoyo había cosechado esa opción política.



Dije, porque así lo pienso, que Almería es un territorio de integración en el que, pese a la extremada complejidad que supone la convivencia de personas llegadas de más de cien nacionalidades distintas, no existe más conflictividad que en otras zonas del país donde este escenario multicultural es mucho mas reducido. Y defendí, también, que en la prestación de los servicios públicos que son la base de la cohesión social, como la salud o la educación, la convivencia está normalizada y sin discriminación. Los niños, todos, están escolarizados; a quien va a un centro médico o a un hospital, lo que se le pregunta es qué dolencia le aqueja, no de qué país llegó; y, en las calles, no hay más conflictividad que en otra ciudad cualquiera. ¿Que hay problemas? por supuesto; pero es que solo desde el desconocimiento más conmovedor (y también más inútil) puede aspirarse a que en un escenario social sometido a un cambio tan formidable como acelerado no aparezcan perfiles que, a veces, perturben la convivencia. Acomodar la llegada de miles y miles de emigrantes -y en tan pocos años- a una provincia en la que los servicios públicos no eran suficientes ni para quienes ya vivían aquí, no es objetivo fácilmente alcanzable.



En los últimos años en Almeria se han construido colegios, viviendas, centros de salud, hospitales, pero, siempre, la demanda ha sido mayor por la intensidad de los flujos migratorios y, hay que insistir, porque el déficit ya existía antes.



Vox ha obtenido unos resultados excelentes en el Poniente, pero encontrar en el rechazo al inmigrante la única causa que los ha propiciado es caer en un reduccionismo de escaso nivel intelectual o de abundante sectarismo malintencionado. La inmigración y su complejidad es un factor, pero también lo han sido el hartazgo hacia una clase política burocratizada, la torpeza de creer a los populistas propagadores de soluciones simples a problemas complejos, o la indignación por el bucle interminable del desafío independentista. No hay una sola causa, hay una acumulación de causas que han acabado diseñando una aritmética electoral que nadie preveía. El fenómeno migratorio ha sido importante (hay quienes, en el Poniente y en otras muchas zonas de España, quieren a los inmigrantes a las seis de la mañana en las rotondas, pero no a las seis de la tarde en las calles), pero no explica por sí solo el resultado electoral.



    



Lo que sí intuí, no desde esa mañana, sino desde el momento en que se conoció el espectacular resultado de VOX en el Poniente almeriense, es que El Ejido volvería a ser el oscuro objeto de deseo para periodistas y tertulianos militantes del trazo grueso, la descalificación genérica y la generalización interesada. No estaba equivocado.



Los últimos días han sido muchos los medios nacionales que han viajado al Poniente para encontrar razones a esa aritmética tan inesperada y, como era de esperar, casi todos han buscado, sólo, los argumentos en los que sustentar el titular que ya traían escrito desde Madrid. Si una realidad poliédrica la miras solo desde una perspectiva, la visión que de ella tengas será siempre parcial, injusta y errónea. Reflejará una parte de la realidad, pero no la realidad. Y esa visión parcial padecerá el pecado periodístico de la parcialidad. Una parcialidad de la que nadie está, estamos, a salvo.


De lo que sí hay que ponerse a salvo es de los profesionales del patriotismo que, con sinceridad o intencionadamente, se apresuran a declarar la guerra ante cualquier información parcial, errónea, torpe o interesada sobre Almeria y sus entornos.


A la parcialidad no se combate con otra parcialidad desde la trinchera de enfrente porque, al utilizar sus mismas armas, las dos quedan descalificadas; a la generalización se le derrota con el análisis pormenorizado; al insulto se le descalifica con el argumento sosegado.


Desde los sucesos del 2000, el Poniente almeriense se ha convertido en una meca periodística a la que muchos llegan con intención de avivar el fuego. No caigamos en hacerle mas fácil el trabajo alimentando con torpeza las llamas desde aquí. La mesura, el sosiego y el desprecio son las mejores armas para luchar contra ese incendio que algunos intentan mantener siempre activo. Que nadie caiga en el error de echar más gasolina al fuego.


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