Qué duda cabe de que el juicio inminente contra los políticos separatistas catalanes va a resultar en un deterioro inevitable de muchas cosas: pueden esperarse alteraciones en la calle, en primer lugar, pero no lo suficientemente serias como para que constituyan, confiemos, un problema de orden público. Mucho más graves me parecen las consecuencias políticas e institucionales. Porque quieren convertir este juicio en un circo.
Citar a declarar al Rey en un proceso de estas características es algo que, aparte de estar fuera de las previsiones legales, solo indica un deseo por parte de las defensas de deteriorar la imagen del jefe del Estado, y, de paso, de la Monarquía. Que no será la única institución que sufra en este lance, porque, de paso, se intentará denunciar a la 'Justicia española' en el interior y, sobre todo, en el exterior. Ya hay un récord de observadores periodísticos extranjeros haciendo cola para acreditarse para el día que comience el juicio y para las primeras sesiones: ahí es nada, un proceso en el que se va a llamar a comparecer a Mariano Rajoy, a Puigdemont, a media clase política... Un regalo para los medios, muchos de los cuales, sin duda, van a posicionarse a favor o en contra de lo que ocurra en la Sala.
Las relaciones entre ‘los catalanes’ - incluyendo, me temo, los no separatistas - y el resto de los españoles, ambas partes sometidas a un proceso de involución social, van a sufrir en el transcurso de las sesiones de este macrojuicio, que, presumiblemente, durará meses y que dará pretexto para avivar hogueras mediáticas y callejeras. Y todas las viejas rencillas que no hemos superado.
Las partes, en este proceso, somos todos: todos los españoles que queremos que de una vez se resuelva un conflicto ya secular y que vemos que, por el contrario, la crisis de relación, de entendimiento, se agrava. A lo cual no son ajenas las posiciones fanáticas del president de la Generalitat y su camarilla, comenzando, claro, por el ‘fugado vengador’. Eso, por un lado; pero, por otro, actitudes de cada vez mayor dureza hacia el problema catalán adoptadas por una parte de la llamada ‘clase política’, centrada esta vez en la oposición a la derecha del PSOE, temo y creo que tampoco contribuyen a resolver nada.
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