Mañana, 30 de Enero, se celebra el Día Internacional de la Paz y, como todos los años, se multiplican los actos y declaraciones en contra de la guerra y a favor de la paz, ese viejo sueño de la humanidad que va más allá de la utopía pues se convierte en una necesidad, en una condición para la supervivencia de la raza humana.
Es hermoso contemplar cómo en los colegios de Almería se realizan actividades para pedir el fin de la violencia en un mundo que muchos no entendemos. Los más pequeños hacen dibujos con el símbolo de la Paz: la paloma blanca y sus corazones se llenan de sentimientos nobles porque ellos no saben de odios ni rencores. Muchos profesores dedicamos todo el tiempo posible para concienciar a los adolescentes de que lo más importante en la vida es luchar por la justicia a través del diálogo y de la libertad sin ira, porque la violencia es inmoral y nos aboca hacia la autodestrucción. Mis alumnos no creen que existan conflictos bélicos justos porque la guerra sólo sirve para engendrar deseos de venganza y se convierte en escuela de terroristas. Los seres humanos, cada día más insensibles, no hemos sido capaces de resolver nuestras diferencias buscando la verdad a través del diálogo. La especie homo sapiens, digitalis, transgenicus o como se quiera denominar, nunca ha podido solucionar sus problemas y, desde la Prehistoria, la guerra ha sido un recurso constante. En este sentido, a pesar de tantas revoluciones tecnológicas y genéticas, no hemos evolucionado ni un milímetro porque seguimos empleando la fuerza igual que antaño.
Dicen mis alumnos, que la Paloma ya no es de color blanco porque cuando vuela alto choca con Marte, el dios de la guerra, y se vuelve gris oscura. Por otra parte, desde la Galaxia Imperial, nos dicen que se busca erradicar el hambre y la miseria y que el objetivo de la ONU de conseguir la Paz mundial está hoy más cerca. Nadie se cree ya las mentiras de los que manejan este mundo, sobre todo, cuando vemos continentes enteros que pasan calamidades mientras el 12% de la población mundial consume el 60% de los recursos de la madre Naturaleza.
En medio de este extraño planeta, nuestra Paloma Blanca quiere recuperar su color y, para ello, busca a Dios por todo el universo, pero no lo encuentra. Hasta Dios está ennegrecido de amargura. Como dice la cantante Amaral: Cuando el mundo entero estalle será demasiado tarde y mi paloma o mi rosa de la paz, esa vieja rosa con heridas, ya no podrá aguantarnos más.
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