Nunca le he preguntado a Paco Cosentino si entre sus muchas lecturas- lee con fruición y regala libros con pasión-se encuentra Rilke. Quizá, no sé. Lo que si sé es que su trayectoria emocional encarna la descripción del poeta alemán cuando escribió que la verdadera patria del hombre es su infancia.
La personalidad de Paco Cosentino no puede entenderse sin acercarse a aquella tienda de mostrador antiguo de su madre, sin mirar las paredes encaladas de polvo de mármol del pequeño taller de su padre, sin valorar el cariño cómplice de Eduardo y Pepe, sus hermanos, sin recorrer las calles donde jugó con sus amigos de entonces y de siempre. Porque Paco no ha cambiado de amigos; los ha aumentado, pero nunca y ninguno ha abandonado el territorio irrenunciable de su afecto.
El jueves, en la solemnidad elegantemente bella del 28 F y con la que los andaluces se sienten tan cómodos cuando nos confortamos por reencontrarnos, Paco dejó una frase para la historia cuando, desde el escenario del teatro Maestranza, declaró que no hay mejor forma de ser patriota que invertir en la tierra en la que, como escribió Machado en su último verso, nos cobijó el cielo azul y nos acarició el sol de la infancia.
Paco, con esta definición, no sólo estaba haciendo una declaración de amor a la tierra que le vio nacer; estaba describiendo en una frase toda su trayectoria empresarial.
Quienes le conocen desde sus inicios y quienes le han acompañado en la amargura de sus tres caídas saben que nunca se alejó de su emoción el continuar trabajado por generar riqueza compartida. Porque eso es lo que diferencia a Paco de otros empresarios de ocasión.
COSENTINO no es una empresa; o no es solo una empresa. Es la plasmacion de una filosofía que en la inteligencia en movimiento y en el amor a la tierra y a quienes en ella viven se sostienen los dos pilares de su existencia.
Cosentino es un empresario de éxito, pero no por haber conquistado las cocinas de los cinco continentes y hacer del mundo su aldea; ni por contar con más de 4.500 colaboradores-creo más acertado llamar así a quienes trabajan en su empresa-; ni por haber revolucionado en apenas treinta años un sector de más de tres milenios.
Paco es un empresario de éxito porque su triunfo nació desde el fracaso. Ahí está la clave. En saber que unas veces se gana pero siempre se aprende. Quizá podría haber abandonado el viejo y seco Almanzora por otros escenarios más propicios a la rentabilidad y menos atribulados burocráticamente. No lo hizo y, aunque no fueron pocos quienes lo alentaron nunca dejó espacio a esa tentación.
El jueves Andalucía lo reconoció como Hijo Predilecto. Quienes le conocen y le quieren saben que ese mediodía, cuando abandonó el Teatro Maestranza volvió a buscar la compañía de a quienes tanto quiere y tanto le quieren desde la cálida sencillez de quienes han recorrido con él tantos caminos y han abierto tantas veredas.
Paco Cosentino es un almeriense, un andaluz y un español universal con una tenaz convicción en que para llegar lejos es siempre mejor ir acompañado. Lo dijo en su discurso del jueves ante el presidente de la Junta y la presidenta del Parlamento. Una intervención racional y emotiva que cerró con unas palabras que desvelan lo que ha sido y sigue siendo su aspiración vital más irrenunciable. Recordaba Paco Cosentino la máxima de San Juan de La Cruz cuando escribió “en el atardecer de la vida te examinarán de amor”. “Yo quiero -confesó Paco ante todos los que le escuchaban- ir a ese examen con la tranquilidad espiritual de haber amado profundamente a mi familia, a mis amigos, a mi tierra y su gente, y con una modesta satisfacción de haber creado riqueza compartida porque nadie es feliz si esa felicidad no es un espacio compartido”.
¡Qué gran lección de verdadero patriotismo!
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