¡Es el fin de los partidos, estúpido!

Fernando Jáuregui
23:46 • 15 mar. 2019 / actualizado a las 07:00 • 16 mar. 2019

Si Fukuyama se hubiese asomado a lo que está pasando en España en la presente `pre-precampaña' electoral se sentiría gratificado: la búsqueda de 'independientes' por todas partes, desde los secesionistas catalanes hasta el PP, pasando por todos los demás, certifica el fin de los partidos tal y como los conocimos. Solo que los dirigentes de estos partidos, que, cual Diógenes, andan en busca del talento no militante para incorporarlo, como sea, a la estolidez de sus filas, no calibran hasta qué punto las formaciones 'clásicas', que ya han desaparecido, o casi, en la mayor parte de Europa, necesitan no la renovación de las viejas caras, sino una refundación de los ideas estancadas.


La batalla de las listas es, así, la lucha entre lo que se resiste a perecer, pero está caduco, y lo nuevo, que emerge pero que, por novedoso y porque hace competencia a lo viejo, está siendo tiroteado. En Francia, en Italia, en Alemania, en Austria, en los países nórdicos, y no digamos ya en Estados Unidos, lo tradicional está siendo reemplazado por fórmulas nuevas no siempre más adecuadas a la realidad y a la equidad (Trump) que lo que perece. Y, de todas formas, como se está viendo en España, desde los seguidores de Puigdemont hasta los de Pablo Casado, la 'vieja militancia' no perdona las 'ocurrencias' a la hora de fichar rostros novedosos y, a menudo, televisivos. Hay una espuma de ira contra la falta de transparencia de unos partidos cada vez más cerrados en sí mismos, más egoístas.

¿Lo saben Pedro Sánchez, cuyo PSOE en nada se parece al de Pablo Iglesias (Posse)? ¿Lo sabe Pablo Iglesias (Turrión), cuyo Podemos en poco se asemeja al que creara, allá por 2014, Pablo Iglesias (Turrión)? ¿Lo sabe Casado, que pide a Vox que se retire de las circunscripciones en las que ambos compiten, como si una y otra marca fuesen iguales? ¿Lo sabe Rivera, que tira los tejos a derecha e izquierda sin importarle, como diría Machado, la facha?



Hablé ayer con un ya ex senador y aún aspirante a senador de un partido que todavía no le ha llamado, bien para renovar la candidatura, bien para despedirle con honores. O sin ellos. Silencio. "Quizá nos llamen el domingo", me dice, lloroso. "¿Para qué han servido veinticinco años de militancia si ahora, sin siquiera agradecerte los servicios prestados, te sustituyen por un independiente, que tiene a gala su no militancia, para pagarle no sé qué favores?". Le recuerdo a mi interlocutor que todos iremos siendo progresivamente sustituidos por robots. "Pero entonces, ¿para qué sirven los partidos, la militancia, las cuotas, el dejarse avasallar tantas veces por el dirigente?".


Así me lo dijo. Palabra. Y pensé en un compañero, que fungía de voz independiente y libérrima, y que acaba de ser fichado en un puesto de salida para el Congreso por una de las formaciones 'grandes': le deseo suerte, que la aventura política es peor aún que la del tertuliano. O pensé en una abogada a la que se ofreció otro lugar privilegiado en la candidatura de Madrid de otro partido simplemente por el mérito de ser gitana, pero que confesó desconocer el programa de quien la había fichado por un partido al que no pensaba, dijo, afiliarse. O en el desafortunado y lleno de coraje (y célebre) padre de una joven asesinada, a quien también se ha invitado a integrarse en las candidaturas, que siguen siendo cerradas y, lo peor, bloqueadas.



Cambio profundo Se me ocurre que, si pudiesen, todos nuestros partidos intentarían fichar a la jovencísima Greta Thunberg, que hace parar los viernes a los estudiantes de media Europa en defensa del clima. Pero, eso sí, sin abrir la mano a que el voto se amplíe a los dieciséis años ni actuar más decisivamente contra ese cambio climático que nos mata poco a poco. O sea, que está bien meter a la sociedad civil en la política, pero asumiendo todas las consecuencias, no como mero cartel propagandístico. Parafraseando a aquel asistente de Clinton que dijo la celebérrima frase de "es la economía, estúpido", ahora podemos gritar "son los partidos, estúpido: salta del barco cuanto antes". Algo está cambiando muy profundamente en nuestra democracia. A saber si es para bien. Lo que es seguro es que no hay ningún cerebro director en la mutación.




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