Carmen Crespo puso el otro día el dedo en una herida abierta desde hace mil años y. como era previsible, la llaga comenzó a supurar incomprensión y alarma innecesaria. Defendió la consejera de Agricultura y Medio Ambiente cumpliendo el compromiso del presidente de la Junta la necesidad de abordar un gran Pacto por el Agua y ya, de forma más puntual, aludió a la posibilidad de que los excedentes de la presa de Rules pudiesen acabar regando los invernaderos almerienses y no diluyéndose en el mar. Como es habitual en el tradicionalismo localista, dirigentes de su mismo partido y de otros en Granada reaccionaron de forma airada a un planteamiento marcado por la lógica que impone el sentido común. Si hay excedentes en una cuenca no los desaprovechemos, que sean otros los que se beneficien de ellos. Nada más alejado del sentido común pero, a la vez, nada más incendiario de pasiones ancestrales que ya deberían estar olvidadas.
Tiene el presidente y la consejera un difícil camino por recorrer en esta aspiración tan lógica, tan necesaria y tan eficaz para todos. Sostenía Einstein que si siempre haces lo mismo no esperes resultados diferentes. Hasta ahora la historia del agua ha estado dominada por una concepción bíblica. Caía del Cielo y, por tanto, aquellas geografías beneficiadas por la lluvia eran poseedoras de un beneficio divino que les pertenecía de forma intransferible y excluyente. Pero lo que ayer se antojaba una quimera es hoy una exigencia y el tiempo que tardemos en darnos cuenta de esa exigencia será tiempo perdido.
La globalización es una realidad que ha llegado para quedarse a pesar de que la enfermedad infantil del localismo todavía continua vigente en la estructura mental de muchos ciudadanos. La tierra ha dejado de ser redonda para ser plana y la geografía, tan decisiva durante miles de años por la imposibilidad de modificar las condiciones que imponía, está perdiendo hegemonía por el impacto de las nuevas tecnologías. Trasvasar agua a miles de kilómetros, desalarla, utilizar con la máxima optimización su escasez o depurarla para volverla a utilizar demuestra que desde Noé hasta hoy ha llovido mucho pero, sobre todo, que en la optimización de un recurso tan escaso como geográfico se ha avanzado mucho más. La batalla por la permanencia de fronteras en la utilización de los recursos hídricos acabará en derrota para los que se atrincheran en su defensa. Lo malo es que, cuando más tarden en darse cuenta, más grande será el perjuicio que provoquen; no a quienes se verían- y se verán, al tiempo- beneficiados con la construcción de esas grandes autopistas del agua, sino,, también, para los que se consideran herederos de una divinidad climática inexistente.
A lo que deberían aprestarse quienes se sitúan a uno u otro lado de esas trincheras es a pensar en el agua. No como un elemento de enfrentamiento, sino como un espacio de colaboración que debe ir mucho más allá.
Granada y Almería no deben enfrentarse por el agua. Lo que deben asumir es una estrategia de colaboración que les permita ir más allá y formar, junto a Murcia, un espacio agroalimentario común. Es verdad que a veces, solo a veces, ir solo te permite ir más rápido; pero no lo es menos que ir juntos te permite llegar más lejos.
Los agricultores murcianos, almerienses y granadinos son fuertes en los mercados europeos. Pero más, mucho más lo serían si desarrollaran una estrategia compartida para aumentar su capacidad negociadora. El mundo- y los mercados- están cambiando muy deprisa y quedarse ensimismado mirando la belleza melancólica del campanario es una actitud condenada al fracaso.
Que la unión hace la fuerza es algo que nadie discute. En lo que cuesta más trabajo ponerse de acuerdo es en la eliminación de los atavismos que la impiden. El sector agroalimentario de Almería, Granda y Murcia tienen muchas cosas en común. Profundizar en lo que nos hace coincidir y eliminar los obstáculos que lo perturban es un ejercicio de inteligencia práctica, una virtud de la que murcianos, granadinos y almerienses no andan escasos.
Seamos prácticos y que el agua que nos ha separado se convierta un rio por el que nuestros agricultores transiten para desembocar en ser mas fuertes ante los retos que no están por llegar porque ya han llegado
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