La activa pasividad de los Mossos

Rafael Torres
00:40 • 04 abr. 2019 / actualizado a las 07:00 • 04 abr. 2019

De los últimos testimonios vertidos en el juicio contra los cabecillas del Procés se desprende que los Mossos d' Esquadra no sabían qué hacer, si caso a la orden judicial de impedir las votaciones del 1-O, o a sus jefes políticos, Puigdemont, Junqueras, Forn que les ordenaban exactamente lo contrario. Pero de la realidad a la que todos asistimos lo que se desprende es que terminaron haciendo caso, más bien, a éstos últimos.


Al contrario que sus jefes políticos, voluntarios y entusiastas jinetes del desbocado corcel de su aventurerismo indepe, los Mossos cabalgaban y cabalgan el rucio de un sueldo con el que proveer a sus necesidades básicas y a las de sus familias, de suerte que esa duda, ese dilema casi irresoluble, cursó corporativamente en ellos en la modalidad de nadar y guardar la ropa, a fin de procurar, para no arriesgar el empleo precisamente, no significarse mucho en la obediencia a ninguna de las dos directrices, tan contradictorias. El resultado, francamente penoso, fue el de esa activa pasividad el día del referéndum de andar por casa que hoy pretenden justificar, mareando la perdiz hasta dejarla grogui, ante el Tribunal que juzga a esos sus jefes políticos a los que, con su activa pasividad, terminaron haciendo más caso.


Los Mossos, aquellos días de oprobio para todo el mundo, estaban hechos un lío, bien que salvo aquellos abiertamente simpatizantes del Procés por primar en ellos su personal adscripción independendentista sobre sus obligaciones como policías españoles, la de cumplir y hacer cumplir la ley sin ir más lejos. Estaban, se comprende, abrumados por la incertidumbre, pues si de una parte sus jefes directos y la presión de la calle les inducían a la rebelión, que no otra cosa era pasarse por el arco del triunfo las órdenes emanantes de magistrados, jueces y fiscales, de otra tampoco ayudaba mucho a centrarles la impuesta "coordinación" de un coronel de la Guardia Civil a las órdenes de un atrabiliario e incapaz ministro del Interior.



Los Mossos, la verdad sea dicha, no movieron un dedo el  1-O, pero, no moviéndolo, provocaron en gran medida que lo que se movieran fueran las porras de los antidisturbios estatales que llevaban semanas encerrados en el crucero Piolín y en el otro. Y es que con la activa pasividad ocurre como con la cuadratura del círculo o con la tensa calma, que, además de imposible, es una necedad.





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