Ante los problemas hay dos actitudes: resolverlos o hablar de ellos. Y entiendo que la gestión pública debe atender antes a lo primero, especialmente cuando hay muchas personas afectadas y necesitando ayuda para volver a la normalidad. La pasada semana Almería sufrió unas circunstancias climatológicas extraordinariamente adversas, con registros de precipitaciones insólitos en los últimos años, igual que en amplias zonas del sureste español. Es muy difícil saber con exactitud cuántos almerienses resultaron afectados por las lluvias y el viento, así como cuantificar el alcance económico que suponen las pérdidas y destrozos.
Con independencia de eso, no hay que olvidar que el peor dato de esta gota fría fue la concatenación de fatídicas circunstancias que llevaron a la muerte a un vecino almeriense, hecho que a todos nos sumió en el dolor de lo irreparable, poniéndose inmediatamente el Ayuntamiento a disposición de su familia para cuantos trámites han sido necesarios en un momento muy duro, en donde sólo hay espacio para el pésame y el respaldo, tal como trasladé a todos ellos personalmente. Pero los problemas no se resuelven hablando. Después de una semana de trabajos iniciados sobre el barro en el primer minuto de las inundaciones, las zonas del término municipal afectadas por las lluvias están recuperando la normalidad que todos deseamos. Y lo hemos hecho gracias a la solidaridad y profesionalidad de mucha gente. De los empresarios que ofrecieron sus hoteles para realojar a los afectados; de cuantos aportaron medios y productos para atenderlos; de las mujeres y hombres de la Policía Local y Nacional, Guardia Civil, bomberos, Protección Civil y emergencias sanitarias; de los funcionarios de las diferentes administraciones que coordinaron todo el operativo, de las Fuerzas Armadas que se ofrecieron para actuar allí donde hiciera falta, de los Servicios Sociales del Ayuntamiento y de cuantos vecinos anónimos echaron una mano para limpiar el lodo y achicar el agua de viviendas y locales. A todos ellos, de nuevo, muchas gracias.
Estoy muy orgulloso de ser alcalde de una ciudad con unos lazos de solidaridad tan fuertes, que ha vuelto a demostrar que cuando los almerienses trabajamos juntos no tenemos techo ni límite. Y es que las dificultades definen de lo que estamos hechos: de ganas resolver o de ganas de hablar. Y yo siempre estaré con quienes resuelven; con quienes se arremangan; con quienes no tienen miedo a pisar el fango y echar una mano. Y no sólo eso: desde el Ayuntamiento ya hemos propuesto medidas fiscales para bonificar hasta en un 95% el impuesto sobre construcciones, instalaciones y obras para volver a levantar invernaderos y locales destruidos por el agua, porque no podemos permanecer ajenos a esta tragedia. Pero sí que estamos ajenos a la verborrea de los que, ante la calamidad, se limitan a mirar y a seguir enfangando las cosas para ver qué pueden sacar. No somos iguales.
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