El mérito de ver lo que nadie ve

Estoy leyendo y escuchando desmedidas y ponzoñosas criticas al ministro de Consumo del Gobierno de España, don Alberto Garzón, por haber roto generosamente su permiso de reciente paternidad para dar una rueda de prensa en la que ha anunciado que el sector de las apuestas deportivas ha registrado un importante descenso de actividad tras el cese de las actividades deportivas. Pero vamos a ver ¿dónde está el problema? Lo obvio suele pasar desapercibido precisamente por eso: por ser algo obvio. Pero también es cierto que nadie lo destaca y ahí surge, necesaria, la figura de un ministro capaz de reparar en lo invisible.

Así que no se entiende bien el arrebato de furia cavernaria de todos esos contagiadores de odio que han salido a decir que este muchacho es idiota. Nada más lejos de la realidad. El ministro Garzón es, además de un fino observador de la realidad, un hombre extraordinariamente sencillo y consciente de que pocas cosas debilitan más que el elogio. Por eso, y en un alarde poco valorado de sobriedad progresista, ha preferido eludir las felicitaciones y parabienes que le habrían propiciado anunciar otro brutal descubrimiento de su ministerio, que ha constatado que tras el cierre de los bares ha descendido significativamente el consumo de bebidas alcohólicas o que las medidas de confinamiento han generado una acusada disminución del número de accidentes de tráfico.

El comunista Garzón no es un político amigo del aplauso fácil, sino un obrero más en este engranaje de acierto cartesiano que es el Gobierno de Pedro Sánchez, el que a la semana del confinamiento se hizo televisar un discurso para anunciar a la nación que acumulaba ya varios miles de muertos que había que estar muy satisfechos por haber reducido el consumo de queroseno para aviones y aumentado las horas de uso de internet. Está claro que los idiotas no están solo en este Gobierno. Están también fuera, defendiéndoles a capa y espada a pesar del desastre.