En la primera línea: sanitarios desde las trincheras

Cristian Rodríguez Valbuena
07:00 • 13 may. 2020

La llegada de los primeros casos registrados en España del COVID-19 a finales del mes de febrero, han marcado un antes y un después en nuestra sociedad actual.

¿Quién nos iba a decir hace unos meses, que ese famoso virus desconocido proveniente de la China, podría ser nuestro mayor enemigo?

Sí, así es, ese enemigo invisible del que todos hablamos a diario ha llegado para quedarse. Ha decidido viajar sin billete de vuelta, acabando con la vida de miles de personas en todo el mundo. El coronavirus nos ha cambiado la vida radicalmente, nos ha obligado a parar, pero a parar de forma brusca. 



¿Cuántas veces hemos pensado que quedarse en casa sería la mejor opción para tomarnos un respiro?

Quizás, cuando puedes decidir libremente sí, el problema surge cuando quedarse en casa no es una opción, si no una imposición para poder luchar contra una pandemia mundial.



Y, mientras millones de personas pasan la cuarentena en sus casas, los sanitarios, aquellos grandes desconocidos, a los que ahora valoramos y reconocemos su esfuerzo aplaudiendo desde los balcones, pasan a ser esenciales en esta lucha. 

Desde el punto de vista psicológico los sanitarios estamos expuestos a un gran nivel de estrés. Hemos tenido que adaptarnos rápidamente a la nueva situación, y a los cambios que supone lidiar con un nuevo virus, del que apenas poseemos información. Las consecuencias de estos cambios han supuesto la cancelación de días libres, permisos y vacaciones. Nos hemos visto obligados, en algunos casos, a dedicar  menos tiempo a nuestras familias, para dedicárselo a los demás, reforzando los turnos, y trabajando un mayor número de horas.



Emociones como el miedo y la incertidumbre nos persiguen día tras día.  

“No somos superhéroes sin capa, ni héroes con bata, somos profesionales sanitarios”, seres humanos de carne y hueso que tenemos sentimientos. Sentimos miedo e inseguridad al exponernos ante pacientes positivos sin el material suficiente, o al usarlo de manera incorrecta, miedo a ser contagiados, y a su vez, poder contagiar a los demás.

Nuestra forma de relacionarnos ha cambiado, hemos sufrido el distanciamiento social como nadie. En especial, algunos sanitarios hemos abandonado nuestros hogares por miedo a contagiar a familiares de riesgo. Estamos más lejos que nunca de nuestras parejas, familias y amigos.

Nuestro enemigo ha conseguido privarnos del derecho a poder tomar decisiones sobre nuestra vida, nos ha dejado confinados y aislados de cualquier tipo de relación personal. Pero ahí estamos nosotros, los sanitarios, luchando en la primera línea de fuego, desde las trincheras, con el EPI como escudo y con nuestra mejor arma, la profesionalidad. Puede que en España no tengamos la mejor sanidad, pero sin duda, tenemos los mejores sanitarios.



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