Pedro García Cazorla
01:00 • 20 nov. 2011
Nunca tuve apego por mi tierra, sentía que los recuerdos de aquel viejo cortijo de la Sierra de María, donde nací, habían huido de mi vida de la misma forma que yo un día dije adiós en mi casa. Abandoné la patria de mis afectos, salí a ver el mundo a seguir el camino de mis sueños, hasta donde quisieran llevarme.
Algunas veces releo las cartas de mi madre que escribía con la ayuda de la maestra del pueblo, y me distraigo con la enumeración monótona de las cosas que a ellos les importaba; las buenas y las malas cosechas, los litros de aceite que habían sacado en la almazara, la matanza y algún cotilleo del pueblo. Aún los veo vareando los olivos y labrando el huerto, siempre iban juntos a las faenas del campo. Ella me ataba con un pañuelo a su espalda y yo dormía a ratos con el trasiego o jugaba a mis anchas entre las acequias, persiguiendo sanguijuelas, desbaratando el caballón en los bancales para el disgusto de mi padre.
Ahora vivo en San Francisco, pero antes estuve en Buenos Aires, Berlín, Milán, Londres, Montreal....Hace algo más de un mes una noche tuve sueño; yo soy una niña, estoy sola en la casa, salgo afuera y mis pies desnudos se quedan enterrados en la nieve, veo mi madre seguir los pasos de mi padre, alejarse cada vez más, quiero gritar y llamarlos pero no puedo.
Soy escultora, así que de alguna forma he seguido la tradición familiar, ellos trabajaban en la tierra y yo modelo sobre arcilla, mi padre apartaba las piedras y yo las cincelo. A veces digo que nosotros, ellos y yo aún comemos del mismo fruto, que el tiempo nos alejo pero la tierra cada día nos reúne.
Llamé a mi hija y le dije a Rosa que quería volver a Maria a la casa de sus abuelos, la prima Leonor dice que aún se mantiene en pie y está bien conservada, lo que hago aquí puedo hacerlo también en cualquier otra parte.
-Ahora después de más de cuarenta años quieres regresar. No te entiendo mamá.
-Hija ya sabes que yo siempre he seguido a mis sueños y presiento que debería volver al cortijo. Tu sigues con tus proyectos en Chile y estamos lejos, que más da venir hasta San Francisco o viajar a María.
-No es por eso mamá, es que no sé como vas a vivir allí, sola y apartada del mundo, tú que adoras las grandes ciudades.
No tuve un momento de descanso, fueron dos semanas espantosas, pero este viernes partí para María. Leonor vino recogerme al aeropuerto de Almería, hablamos poco, ella palpaba mi emoción, hicimos casi todo el camino en silencio. Había terminado mi exilio donde un día empezó, junto a la puerta de un cortijo de Maria, al lado de esta puerta los abrace llorando, pero me dejaron seguir mi camino, quizás sabían que todos los caminos empiezan donde acaban y terminan donde han empezado.
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