Juan Torrijos
22:30 • 08 dic. 2011
Mi Isidora, que en paz descanse, barría todas las mañanas un trozo de la Plaza Galeno, donde pasó la familia los primeros años de mi infancia. Junto a mi madre cogían las escobas sus vecinas, Emilia, la madre de las mellizas, la esposa del señor Barranco. Entre todas se repartían el barrido de la plaza y hasta el día siguiente. Nunca se quejaron de ese trabajo que hacían para el bien de la comunidad. Tras la noche de San Antón y su gran hoguera los críos ayudábamos un poco a nuestras madres, pero sólo ese día. Cierto es que las niñas eran llamadas más a menudo a capítulo (cosa que no ocurría con los niños, que andábamos cogiendo lapas en el puerto o peleando en las murallas de la Alcazaba) y en más de una ocasión tuvieron que coger la escoba y..., a barrer la calle. No había llegado el feminismo a la Almedina. ¿Volverán aquellos tiempos, como las golondrinas vuelven todos los años a sus nidos en mi tejao? Camino llevan, oiga. Y si no, que le pregunten a las vecinas de Garrucha, donde su alcalde las ha llamado a barrer la parte de la acera que les corresponda. Tienen problemas con el servicio de limpieza y recogida de residuos urbanos (basuras) y como en los años cincuenta le piden a las vecinas que acudan en ayuda del vecino para mantener limpias las calles. Por la senda que nos vienen marcando los políticos no sería de extrañar que otros pueblos tomen ejemplo de Garrucha y pidan a sus vecinas que barran, escoba en mano, la parte de las aceras que les corresponda. Se han malgastado, nadie sabe dónde, el estado del bienestar, y ahora tienen que pedir sacrificios a las vecinas. Políticos.
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