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01:00 • 08 ene. 2012
Recuerdo aquellas cálidas noches de verano, cuando de niño acompañaba a mi padre a visitar a mis tíos al puerto de Almería, que en esas fechas de los años 60 vibraba con la "faena" de la uva. Los tinglados encendidos y repletos de barriles, acogían la carga que cientos de camiones llegados del Andarax, Berja y Dalías. Camiones que eran después embarcados hacia destinos de todo el mundo. Sin ser la mejor época de la uva, el maná de las divisas se repartía por los pueblos y la capital, permitiendo que mucha gente no tuviera que seguir los pasos de nuestros familiares en la emigración.
Cada verano nuestros primos, tíos y hermanos nos visitaban, volviendo desde sus tierras de nueva acogida, generalmente Cataluña, Madrid, Alemania, Francia o Suiza.
Nuestra provincia disponía de recursos naturales limitados y la mitad de nuestra población no podía ser alimentada por los mismos, habiendo de buscarse las habichuelas fuera de aquí.
En invierno la faena era la de la naranja y la riqueza se repartía entre los pueblos del Bajo y Medio Andarax principalmente.
Crecí con los comentarios que regularmente escuchaba acerca de la desaparición de la minería, y de la decadencia de la uva y la naranja. En los foros algunos estudiosos y en las tertulias algunos animosos, opinaban acerca de las razones de que en Almería no se consolidara fuente de riqueza alguna, y fuera nuestro sino decaer y malvivir en esta abandonada esquina peninsular.
En los años 70 despuntó el invernadero que en poco tiempo tomó el relevo de las mencionadas cosechas y el maná llegó esta vez al Campo de Dalías, y posteriormente a La Cañada y Campo de Níjar.
Sin embargo los augures y, lo que es peor, algunos hechos nos vuelven a hacer temer que una nueva decadencia nos acosa.
Desde hace un lustro las estadísticas muestran un estancamiento de los volúmenes comercializados y un estrechamiento de los márgenes del productor, debido a la subida incesante de los costes. La competencia de países terceros con costes laborales mucho más bajos y la de países del Norte con horticulturas sofisticadas y respaldadas, hace temer por nuestro futuro.
En este marco hay mucho por mejorar, debemos ser más eficientes y competitivos, en producción y comercialización sobre todo, pero también en organización y acción política. Las decisiones sobre el marco en que desarrollamos nuestra actividad se toman lejos de Almería, sobre todo en Bruselas y a veces en Madrid y Sevilla. Esos europarlamentarios cuyos nombres difícilmente son capaces de recordar, incluso los que los votan cada cuatro años, pueden poner en aprietos a la principal fuente de riqueza de nuestra provincia. Después de años sin mover un dedo en representación de sus electores, ahora y por disciplina de partido tienen mucho que decir sobre nuestro porvenir.
Quizá sea hora de saber cuáles son sus intenciones de voto sobre el Acuerdo con Marruecos que debe tratarse a finales del próximo enero.
Con más de un 30% de paro, Almería no está para muchos trotes. Estamos cerca de volver a ser tierra de emigración, nosotros que aún recibimos inmigrantes.
Los almerienses tienen derecho a saber qué están haciendo al respecto los representantes políticos provinciales. Qué piensan, qué hacen y si tienen alguna influencia en las decisiones de sus partidos o actúan como meras delegaciones locales de los mismos.
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