Banquete de banquillo

Permítame que le felicite si es usted de los que piensa que vive en un país en donde se juzga a los jueces que investigan la corrupción por el mero hecho de intentar esclarecer delitos financieros relacionados con los partidos políticos. Si está convencido de que en España siguen actuando poderes cavernarios capaces de sentar en el banquillo a un magistrado por el simple hecho de intentar esclarecer una aparente corruptela, reciba mi enhorabuena. Si además cree que el Tribunal Supremo está plagado de fascistas, le traslado un reconocimiento no exento de envidia. Y si ya de remate considera que ciertas empresas, instituciones o personas son susceptibles de disfrutar de una interpretación flexible de las leyes, permita que me postre ante usted y le haga la ola. Usted vive en una galaxia bipolar en donde la gradación que separa el blanco y el negro ha sido abolida por criterios de economía emocional. No hay grisuras sino blancos níveos y negros zahínos. Por lo tanto, entiendo que usted no se plantee que a lo mejor el juez Baltasar Garzón pudo incurrir en uno o varios delitos al conculcar algunos pilares del ordenamiento procesal en el que se basa nuestro Estado de Derecho. Yo no soy juez, ni usted tampoco, pero que las leyes prohíban las escuchas ordenadas por Garzón no constituye, para usted, vulneración o conculcación de derechos. Es algo bueno simplemente porque a usted le cae bien Garzón y a lo mejor hasta le caigo mal yo. En fin, también hay quien nunca ve penalti en el área de su equipo. Pues nada, siga agitando la bufanda y disfrute de este banquete de banquillo que nos estamos dando. Y enhorabuena, oiga.