La batalla de Lepanto

Lepanto fue esencial para fortalecer durante siglos la supremacía del Imperio español

José Ramón Talero
07:00 • 02 jul. 2021

El 7 de octubre de 1571, tuvo lugar la batalla de Lepanto. Al mando de las fuerzas estaba Juan de Austria, pero Álvaro de Bazán fue el hombre clave en la victoria de Lepanto, dirigía la escuadra de reserva con una decisiva actuación. Sus órdenes salvaron a la flota cristiana en tres situaciones extremas y actuó en cada momento de la forma correcta, extendiendo los pocos recursos que tenía.   



En 1571 Felipe II firmó el mandato de expulsión de todos los moriscos del Reino de Granada. Las cartas de don Juan de Austria describen estos destierros -como la mayor “miseria humana” que pueda retratarse-. En esta revolución Juan de Austria demostró sobradamente sus dotes militares, el Rey lo nombró Capitán General, es decir, comandante supremo de las fuerzas reales.



Este éxito le accedió a llegar al culmen de su carrera, consiguiendo el mando principal de la flota de la Liga Santa que formaron España, el Papado, Las Repúblicas de Venecia y Génova, el Ducado de Saboya y la Orden de Malta contra los turcos (1570). La estrategia que ponderaban sus asesores era de defensa, D. Juan aplicó la razón de ir en busca de la flota turca y hundirla, y así lo consiguió apoyado por marinos expertos, como Álvaro de Bazán, en la batalla de Lepanto (1571).



 



Esta batalla se desarrolló en el golfo de Lepanto (actualmente golfo de Corinto, este propiamente dicho, comienza a continuación del golfo de Patras en Grecia) antiguamente llamado golfo de Lepanto, donde los turcos se refugiaron. La acción de D. Juan de Austria fue determinante para la victoria de la Liga. La mezcolanza de naval y terrestre hizo que las naves fueran abordadas y se luchase cuerpo a cuerpo, provocando una ganancia extraordinaria en forma de botín, y consiguiéndose un número asombroso de galeras, que convirtió a la flota española en la más poderosa del Mediterráneo.



Esta proeza hizo que se liberasen a los doce mil cristianos que remaban en las galeras turcas. El clamoroso triunfo de Lepanto, puso fin al poderío turco en el Mediterráneo, y transformó a D. Juan de Austria en un héroe europeo.  



 



Desarrollo de la batalla Los turcos constituían una grave intimidación para la cristiandad. Su poderío en el Mediterráneo y sus irrupciones en Europa avanzaban, hasta llegar a las mismas puertas de Viena. La invasión de la isla de Chipre por los ejércitos otomanos hizo que la Liga Santa se movilizara nombrando a tres comandantes jefes: Por el papado Marco Antonio Colonna, por Venecia Sebastián Veniero y por el Imperio español Juan de Austria, quien ejerció el mando militar supremo. 


Don Juan de Austria le dio a Álvaro de Bazán la misión de hacerse cargo de la retaguardia para socorrer aquellas zonas donde existiese más peligro para la armada cristiana. Para esta tarea se le unieron treinta galeras de la Escuadra de Nápoles. Álvaro de Bazán y Guzmán ​transmitió prudencia y consejos a D. Juan de Austria para que atacase al enemigo sin retraso, porque aparecían desavenencias entre los mismos aliados de la Liga. 


El 7 de octubre de 1571 transcurrió la batalla de Lepanto. Iniciada la ofensiva, Agostino Barbarigo, almirante y noble veneciano, lideraba el ala izquierda de las fuerzas cristianas. Mohamed Sirocco dirigía el ala derecha del poderío otomano. Barbarigo se apartó de la alineación provocando en su actuación una brecha por la que la formación turca amenazaría por el flanco. Sirocco intentó rodear a Barbarigo, pero Álvaro Bazán ordenó a Martín de Padilla con diez galeras se fuera a esa zona y los barcos enemigos quedaron encerrados y pegados al litoral, capturando cuatro galeras turcas. 


Justamente en el centro de la batalla se encontraba D. Juan de Austria con su galera La Real, buque insignia. La dotación de hombres la componían 400 marineros y soldados y 290 remeros. Su armamento 3 cañones pesados y 6 ligeros. Hay que destacar, dentro de los tercios que iban en la embarcación, la heroica y decisiva actuación del tercio Costa de Granada o de Figueroa, dirigido por el maestre de campo Lope de Figueroa, también ilustre granadino.   


Mencionar también la intervención destacada del excelso literato español Miguel de Cervantes Saavedra, que perdió la movilidad de su mano izquierda, el manco de Lepanto, en la contienda. Cervantes se alistó en Italia como soldado de los tercios, estaba integrado en la compañía del capitán Diego de Urbina, del tercio de don Miguel de Moncada, que participará en la gran victoria naval de Lepanto, en la nave La Real junto al tercio de Lope de Figueroa y Bernardino de Cárdenas, bajo las órdenes de D. Juan de Austria.  


D. Miguel expresa su experiencia en la batalla con estas palabras: La más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros… (Prólogo de las novelas ejemplares).  


La nave capitaneada por D. Juan de Austria, se lanzó contra el navío La Sultana, barco insignia, mandado por Alí Bajá o Alí Pasha. Tras el asalto y durante aproximadamente hora y media de sangriento combate, La Sultana fue abordada. Alí Pasha recibió el apoyo de las galeras de Pertev, Caracush y Mahamut Saiderbey. Don Juan fue auxiliado por embarcaciones de varios almirantes, entre ellos Sebastián Veniero, el príncipe de Parma y Marco Antonio Colonna, que se emplazó a la retaguardia de La Sultana incomunicándola de ayuda.

 

En el ala derecha del ejército de la Liga Santa, Juan Andrea Doria se alejó de la alineación estratégica y el almirante turco Uluj Alí aventajó la retaguardia para dirigirse al escenario principal de la batalla. Doria quiso contener su ventaja, pero no pudo y el turco atacó a varias galeras del príncipe de Urbino, de la Orden de Malta. Inmediatamente Álvaro de Bazán y Guzmán haciendo uso de las diez galeras que quedaban en la retaguardia, consiguió controlar esa circunstancia y forzar a Uluj Alí a retirarse. De esta manera pudo reforzar con sus naves, la captura de la nave principal turca y la conclusión de la batalla. 


Álvaro de Bazán fue el personaje fundamental en el triunfo de Lepanto, sus decisiones protegieron de forma evidente, en tres momentos críticos. No podemos dejar de mencionar la extraordinaria actuación de los comandantes de las diferentes embarcaciones, entre ellos: Sancho Martínez de Leyva y Mendoza, Luis de Requesens y Zúñiga, y Alejandro Farnesio. 


Alí Pasha cayó mortalmente de un disparo en la frente. Los soldados españoles de La Real, cogieron la Gran bandera del califa, que ondeaba en la Sultana, convirtiéndose esta en símbolo de la gloria de Lepanto. 


Con respecto a la muerte de Alí Pasha, las versiones sobre este hecho son numerosas. Unos dicen que fue muerto y cayó al mar, otros señalan que un galeote español lo decapitó y entregó la cabeza a un soldado que a su vez se la presentó clavada en una pica a D. Juan de Austria. Otros investigadores dicen que la cabeza de Alí fue colgada en su misma nave con el fin de desorientar a sus hombres y que abandonaran la lucha. Conforme a lo contado por otros historiadores según esta versión, D. Juan nunca se sintió gozoso por esa acción, todo lo contrario, su enfado fue indiscutiblemente; de tanto rechazo y vergüenza, arrojó los restos de Alí Pasha al fondo del mar. Mi opinión personal y según otros documentos históricos consultados, no dudo de esa actuación, ya que en otras situaciones y actos personales se le vio comportamientos de gran coherencia y valor humano. 


En relación a la exactitud de las fuerzas de combate en uno y otro bando hay algunas diferencias en muchos historiadores, por este motivo y analizando de la forma más fehaciente, he de señalar que el historiador D. Carlos Losada equilibra de forma razonada las cantidades de hombres y embarcaciones que participaron en la contienda.


Podemos afirmar que más de 400 galeras y aproximadamente 200.000 hombres participaron en la batalla, más o menos de forma equitativa por una y otra parte. Pero esta no fue la realidad práctica, Juan de Austria organizó para que tanto sus soldados de infantería, marineros y galeotes libres fuesen armados, e incluso los remeros forzados, se les desencadenasen con la promesa de libertad o rebaja de sus penas si demostraban su valor en el combate.


Sin embargo, en la escuadra turca los hombres armados son menos y además tenían el problema de un inmenso número de galeotes esclavos, en gran parte cristianos, por lo que no podían liberar para ayudar en la batalla. En conclusión, esto que se apunta fue determinante en el resultado de la batalla. 


El triunfo en Lepanto no solo fue esencial para fortalecer durante siglos la supremacía del Imperio español, también primordial para acabar con la expansión turco musulmana hacia Europa y el MediterráMediterráneo, y los ataques incesantes de sus aliados corsarios.  


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