Durante parte de mi vida he huido de la pertenencia a grupos o clanes. No es que fuera un ‘outsider’ ni nada de eso, todo lo contrario. Simplemente me sentía más cómodo yendo a mi aire, cuestionando a mi manera aquello que ponían delante de mis narices y alejándome de los códigos de las tribus. Pero soy consciente de que no son sino estos códigos los que permiten el progreso de la humanidad. Somos animales sociales y nuestra inteligencia nace en gran parte de la comunicación entre las personas.
Quiero decir que la inteligencia es consecuencia de la interacción humana. ¿Pudo haber un Albert Einstein o Isaac Newton en la Prehistoria? Me lo he preguntado muchas veces y la respuesta la encuentro precisamente en esto que apunto. Podía haber personas muy inteligentes, por supuesto, pero la desconexión entre los distintos poblados neolíticos no arrojaba nuevos conocimientos.
¿Y por qué se ha dado a lo largo de la Historia el progreso en Europa y Asia y no en África? Pues por una razón geográfica y de comunicación. Mientras en el hemisferio norte se expandían los caminos y carreteras por la ausencia de obstáculos naturales, en África la depresión del desierto del Sáhara y la espesura de la selva impedían el intercambio y el comercio.
Por evidente silogismo ahora somos más inteligentes que nunca, ya que la comunicación es total e inmediata entre personas muy alejadas entre sí gracias a la tecnología. La demostración más palpable de ello han sido las múltiples vacunas del Covid-19 surgidas de la colaboración entre científicos de diferentes naciones. El desafío ha sido atómico para la ciencia y los resultados exitosos.
Pero, ¿qué ocurre con el común de los mortales? En general, hemos evolucionado positivamente, aunque haya quienes se van quedando en el camino. Me refiero a los que han desistido del aprendizaje y la curiosidad. El biólogo y genetista David Bueno explicaba muy bien el otro día en la Fundación Eduarda Justo el hecho de aprender: “El aprendizaje produce placer, se puede ver en los niños cuando dicen sus primeras palabras siendo bebés; cerebralmente obtienen una sensación de bienestar”.
Sin embargo, muchas personas en algún momento de sus vidas dejan de querer aprender y abandonan la curiosidad. También la capacidad lingüística al utilizar paulatinamente menos palabras. Cuando maltratamos el lenguaje, que es el instrumento de la mente humana, damos varios pasos hacia atrás por no decir demasiados… en la inteligencia. Una sociedad -o una comunidad determinada de gente- que no avanza es una sociedad que retrocede. Por eso es vital seguir aprendiendo cada día. Y hoy no es excusa la falta de acceso a la información.
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