Leo en LA VOZ el articulo del periodista Manuel León en el que habla sobre ‘La peste de Almería’, lo que me da pie para expresar mi opinión sobre un asunto en el que hay mucho que decir pero pocas voces se oyen al respecto.
La zona más noble de la Rambla en su encuentro con el mar, en el Parque de las Almadrabillas -donde está el Cable Inglés, la Ballena, la Fuente de los 102 pueblos e incluso existía un precioso géiser- no se puede transitar por el mal olor que las aguas fecales, que al parecer nadie sabe de dónde provienen, producen en este precioso entorno.
Para dar solución a este problema que la ciudad viene arrastrando desde que se finalizó la obra de la Rambla, cuenta el señor León, en un Pleno Municipal ya se acordó por unanimidad dar solución a este tema y desde hace años se están esperando realizar obras de mejora para evitarlo. Pero al día de hoy estamos en las mismas.
Incomprensiblemente no se entiende que recoger las correntías de aguas fecales pueda tratarse de una compleja obra, al igual que cuando el géiser dejó de funcionar no se diera solución para su puesta en marcha (no estamos hablando del soterramiento). Creo que una vez más se pone de manifiesto la falta de interés, por parte de la administración o administraciones que correspondan, para solucionar este problema.
En Almería parece que da igual que se cumpla o no lo prometido en época de elecciones. Que el tren llega en superficie y sigue siendo una barrera arquitectónica para la ciudad, pues muy bien. Que el géiser no funciona, pues para qué: al fin y al cabo no es más que un chorro de agua. Que los vertidos de aguas fecales en pleno centro pueden convertirse en un problema sanitario, pues esperemos, que para eso están los sufridores ciudadanos, para esperar. Que la Fuente de los 102 pueblos no funciona, o no se puede pasear por la zona de la Ballena por el olor fétido que hay, pues que se pasee por otro sitio. Eso sí, se hacen grandes inversiones en rehabilitar el Cable y su entorno para luego no rentabilizar estas obras.
A los almerienses parece que todo nos da igual y no estamos acostumbrados a pedir responsabilidades sobre cómo se despilfarra el dinero público, pero si tanto se habla de hacer una Almería mejor, más moderna, que atraiga al turismo, un centro histórico peatonal amable en su recorrido, que tenga vida, como ocurre en otras ciudades de España, no parece que esta forma de actuar, o más bien de no actuar, dejando las cosas como están, sea la más adecuada para conseguirlo.
Recuerdo cuando se inauguró la Rambla: por las noches daba gusto pasear por ella, cada palmera tenía una luz que la iluminaba de color verde. Poco a poco estas luces se fueron apagando y ahí siguen: la Rambla de noche se ha convertido en un espacio triste y oscuro que no invita a transitar por él. Pero como todo aquí, esto es lo que hay.
Como diría un castizo: “En Almería estas cosas son como las lentejas: si quieres las tomas y si no las dejas”. Algún día, en el futuro, comentaremos lo que Almería pudo ser y no fue, quizás por la apatía de todos, no solamente de los políticos. Aún estamos a tiempo.
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