Pedro Manuel de La Cruz
01:00 • 05 feb. 2012
Entre las dos opciones que podían elegir los delegados del PSOE en el congreso que hoy clausuran en Sevilla, optaron por el pasado. La otra era la aventura. Ése ha sido desde hace meses su drama y su tragedia.
El precipicio en el que les había situado la convocatoria del congreso antes de las elecciones andaluzas -elPP debería premiar al que lo propuso: el 25 de marzo no se enfrentará a un partido derrotado, sino a un partido derrotado y partido- el precipicio, digo, no tenía vuelta atrás. O mantenían la compostura en medio del vendaval -la opción Rubalcaba-, o se lanzaban al acantilado -opción Chacón- con la esperanza de que algún ángel tuviera la ocurrencia de rescatarlos en medio de la caída. Al final no han querido suicidarse (ningún político lo hace; eso sólo queda para los románticos) y han optado por la interinidad del felipista Rubalcaba frente al aventurismo zapaterista de Chacón
Lo hablé apenas unas horas antes de la cita sevillana con un médico y dirigente socialista. El PSOE está en la UCI y la diferencia entre Rubalcaba y Chacón es que aquél mantendrá las constantes vitales del partido, mientras que ésta (y, sobre todo, quienes la acompañan) puede llevarlo a la antecámara del pudridero.
Lo dijo Rubalcaba con la contundencia de quien sabe que ésa es su mejor arma frente al catalanismo de Chacón: si votaban por él, optaban por un Partido Socialista Obrero Español federal. Si lo hacían por Chacón, por una confederación de partidos socialistas. El Rubalcaba victorioso de ayer en Sevilla no va a llevar al PSOE a la victoria electoral. La mayoría de quienes le apoyaron en el salón del hotel Renacimiento era consciente de que su regreso al poder, su renacimiento, no llegará con Rubalcaba como candidato a la presidencia del gobierno. Lo sabían quienes le votaron; y lo sabía él cuando, desde el primer momento, ha dejado claro que su victoria congresual le convierte en secretario general, no en candidato a la presidencia del gobierno en 2015. La política es imprevisible, pero Rubalcaba no aspira a ser cabeza de cartel, aspira sólo a que el PSOE no se despeñe por un proceso de descomposición -esa confederación de partidos socialistas de España- cercana a la irrelevancia durante demasiados años. Un pesimismo compartido por Felipe González y que le obligó moralmente a exhibir su apoyo.
Hace unos años Carlos Santos, ex director de este periódico y hoy comentarista en RNE, me contó una anécdota que, en su simplicidad (o quizá por ella), alcanzaba la posición de categoría. Recordaba Carlos que en el congreso del 2000 en el que Zapatero fue elegido secretario general, mientras la nueva ejecutiva posaba para la foto, le preguntó a la también periodista Amalia Sánchez Sampedro:
- Oye, Amalia, ¿a ti qué te parece la nueva dirección?
La periodista encendió un cigarro, miró al escenario, miró a Carlos y le dijo:
-No sé, a mí esto me recuerda los conciertos de “Viva la gente”.
Amalia no podía imaginar en aquel momento que, años más tarde, Leyre Pajín, Juan Fernando López Aguilar o Bibiana Aido podrían llegar al consejo de ministros.
Los 487 delegados que votaron a Rubalcaba nunca lo reconocerán en público, pero el motivo, el principal motivo que les ha llevado a optar por él ha sido para que los continuadores del grupo Viva la gente no siguieran mas tiempo encima del escenario.
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