España es el país más envejecido del mundo después de Japón. “La natalidad no despega ni con ayudas; y cada año decrece”, sostiene la Consejera vasca de Políticas Sociales, Beatriz Artolazábal. Su colega navarra, Carmen Maeztu, lo certifica:
“Creceremos en población, pero gracias a la inmigración”. Participaban ambas en el IV Encuentro de Economía Senior que dejó claro que el envejecimiento es problema, pero también oportunidad para la economía, la tecnología y el empleo.
En paralelo, el vicepresidente de la Fundación AXA, Luis Sáez de Jáuregui, participando en el Foro Next Educación, ofrecía datos de impacto: “España envejece seis horas por día, es decir, un año cada cuatro años”. La suma de despoblación y declive demográfico nos aboca a esa situación dramática que hay que afrontar “con políticas oportunas, poniéndole las gafas del Reto demográfico a la Administración”, como señaló Frances Boya, Secretario General de esta materia en el Gobierno de Pedro Sánchez.
Es un serio problema de país, y no solo del mundo rural, pero se agrava especialmente en realidades como la gallega. “En España hay sesenta mil núcleos de población y la mitad están en Galicia. Atender a todos esos puntos con vida humana desde la recogida de basuras a la sanidad, o el cuidado a mayores y niños, es muchísimo más caro que en la ciudad”. Lo decía Fabiola García, Conselleira de Políticas Sociales, trasladando, en cualquier coloquio en el que participa, el espíritu de los ocho presidentes de Comunidades Autónomas, de tres partidos distintos, que se han reunido en Santiago para pedir mejor financiación.
Con todo, la batalla no está perdida. Del mundo rural no se hablaba apenas hace tres años y, en consecuencia, no estaba en la agenda política. Ahora, sin embargo, ocupa espacio mediático, genera actuaciones gubernamentales y también de empresas privadas, además de atraer ayudas de fondos europeos. Tanto dinero disponible hay, que ni siquiera tenemos seguridad de que se vayan a pedir bien, en tiempo, forma y para los objetivos adecuados. Podemos desaprovecharlos. Increíble.
“La Unión Europea tiene ahora muy claro que el tercer problema en importancia después de la digitalización y el cambio climático, es el reto demográfico; y por eso hay una Comisaria con rango de Vicepresidenta, dedicada a Reto Demográfico y Democracia”, apuntó la eurodiputada Susana Solís, del grupo Renew-Ciudadanos. Frances Boya unió los dos conceptos: “Reto Demográfico y Reto democrático”. Ahí está la clave, porque para superar el primer reto hay que recurrir necesariamente a la inmigración, pero sin poner en riesgo las conquistas democráticas amenazadas por el populismo de ultraderecha que enarbola el discurso de la pureza étnica.
Mientras estos debates recorren España, media Europa se altera porque en nombre de la libertad individual, hay una incomprensible resistencia a la vacunación. Bulgaria y Rumania tienen un serio problema con el Covid porque no llegan ni al 50 por ciento de vacunados. En Italia se exige el pasaporte sanitario para entrar a trabajar. La misma idea y las severas restricciones, alteraron la pacífica vida austríaca. Las medidas de protección exigidas por el presidente Macron incendiaron la isla de Guadalupe, y amenazan con extenderse a la Martinica, territorios franceses de ultramar.
Estamos ante un invierno desafiante. Climatológicamente ya llegó; energéticamente es inquietante y en el ámbito político y social se anuncia muy revuelto. Puede ir a más. Como si no existiera el fantasma de la sexta ola de la pandemia amenazando la salud y la convivencia.
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