Una misión en la vida

“Como seres del reino animal puede tener mucho sentido este comportamiento“

Alberto Gutiérrez
07:00 • 11 dic. 2021

Hace unos meses escribí sobre los propósitos en la vida, algo que considero imprescindible para sortear las olas de la existencia cazando escota en cada golpe de mar para batirse con optimismo, determinación y alegría ante el devenir de los acontecimientos. Sin embargo, hay personas que cambian los propósitos por una misión, una misión en la vida, y una vez que la logran se abandonan para siempre. 



Quizá la misión apela más a cuestiones biológicas o naturales. Por ejemplo, los padres que crían y cuidan a sus hijos: cuando éstos se marchan de casa se produce en el hogar el síndrome del nido vacío –la expresión ya es bastante elocuente- y en muchos casos a los progenitores les sobreviene el abismo y el vértigo y sus vidas empiezan a carecer de sentido. Se les acabó la misión.



Igualmente sucede con algunas personas que se jubilan, quienes llegado este álgido momento -por cuanto supone descansar y disfrutar del deber cumplido- caen en un profundo pozo de melancolía y abandono, cuando no de frustración por no seguir siendo, a sus ojos, útiles a la sociedad. O aquellos que cuidan a un familiar muchos años, como única motivación vital, hasta que el pariente fallece. A todos ellos también se les acabó la misión.



Como seres del reino animal puede tener mucho sentido este comportamiento basado en la utilidad biológica. Desde el punto de vista antropológico resulta sumamente interesante ver que hay personas que actúan conforme a estos criterios lejanos a los condicionamientos de la evolución de la humanidad. Como por ejemplo del hedonismo que, contrariamente a su mala fama en ámbitos religiosos muy cafeteros, nos eleva y diferencia de los animales. En una entrevista, el dramaturgo Albert Boadella me decía que ama, por encima de todo, la vida burguesa, es decir el placer, la cultura, etc., lo que desaloja de su archivo vital cualquier misión que no sea la de disfrutar de la existencia, exprimiéndola al máximo.



Con esto no digo que haya que abjurar de los condicionamientos más animales que tenemos como seres humanos. Lo que me llama la atención es que estas misiones, inscritas en el ADN de nuestra especie, se impongan sobre los demás aspectos del devenir por el mundo sin que hayamos sacado todo el provecho a la vida. Más aún en esta época absolutamente privilegiada de la Historia y en un país como el nuestro, uno de los mejores para vivir sin ninguna duda.







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