Síndrome de Procusto

Se ha generalizado en nuestra sociedad lo que viene a llamarse Síndrome de Procusto

Emilio Sánchez de Amo
01:19 • 18 dic. 2021 / actualizado a las 01:36 • 18 dic. 2021

Nada sabían aquellos viajeros solitarios que cruzaban las colinas de la región griega Ática sobre qué les deparaba el morar en la posada de Procusto. Llegada la noche, según la mitología griega, cuando el viajero descansaba sobre una cama de hierro, el anfitrión lo ataba y le cortaba todo lo que sobresalía de su cuerpo en la cama, o bien, cuando medía menos que ésta, le propinaba martillazos y lo estiraba.



De ahí que el término procusto sea sinónimo de uniformización, muy común hoy. Como cuando se deforman datos para que se adapten a los intereses de los distintos poderes, algo comprobable a poco que observemos la situación sanitaria actual.



Se ha generalizado en nuestra sociedad lo que viene a llamarse Síndrome de Procusto, esa intolerancia a la diferencia, mientras una supuesta mayoría – quizás alentada por el cáncer social de nuestra era, el miedo – pretende que todo se ajuste a lo que dice o piensa. Estamos llegando a un punto tan absurdo que está generalizándose esa idea procusta de que la persona debe adaptase a las ocurrencias políticas, a los intereses farmacéuticos, a los miedos de otros,…, y no al revés.



De ahí que el señalamiento socialmente desproporcionado hacia las personas que han decidido no ser vacunadas contra la COVID sea una aberración. Estas personas tienen todo el derecho a sentir miedo a lo que se nos ha inoculado, y a creer lo que dicen ya gran parte de la comunidad científica sobre los efectos desconocidos (no hablemos de los efectos irreversibles en niños, quienes aún están formándose). La aprobación de un pasaporte COVID para acceder a hospitales, residencias y locales de ocio vulnera muchas barreras en derechos individuales.



El síndrome de Procusto consiste también en prescindir de quienes sobresalen por sus aptitudes y competencias, algo muy común en política, donde diferentes “líderes” se rodean de ineptos porque, en el fondo, tienen miedo a quienes poseen mejores aptitudes e iniciativas, capaces de quitarles el puesto. De ahí que todas estas medidas coercitivas  salgan adelante planteadas por muchos mediocres intelectuales.



La diferencia entre aquellos viajeros en manos de Procusto y nosotros, es que hoy estamos mucho más informados de que hay quienes nos cambian la cama cada día para poder estirarnos como chicles o cortarnos extremidades y cabeza a su antojo y medida. ¡Cuidado, que no decapiten nuestros derechos individuales!






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