Hijos de Putin

Tiene tanto sentido rescatar el “No a la guerra” contra Aznar como el “Es cosa de hombres”

Javier Adolfo Iglesias
08:59 • 27 ene. 2022

El “no es no” es un lema que ha marcado el sino de los últimos tiempos en España. Lo mismo hizo antes el ‘No a la guerra’ al final del gobierno de Aznar, hasta marcar la derrota de su sucesor frente a Zapatero en las urnas.



Rajoy no es Putin pero ambos comparten que fueron elegidos a dedo por sus respectivos mentores y padrinos políticos. En el caso del ruso, Yeltsin estaba tan orgulloso de haber elegido a Putin que la noche de la victoria electoral del hoy inquilino del Kremlin, lo llamó por teléfono para felicitarlo. Jamás recibió de vuelta la llamada, según se ve en ‘Los testigos de Putin’, un documental con valioso material de primera mano.



El hoy presidente de Rusia había escalado como funcionario desde San Petersburgo y supo ocultar a la perfección que odiaba a Yeltsin, el hombre que años antes y en pocas semanas de 1991 había sido decisivo en la autoaniquilación de la URSS. Putin se había educado en aquel régimen totalitario al que servía fielmente como espía de la KGB cuando en 1989 cayó el Muro de Berlín, se deshizo el pacto de Varsovia y ya en 1991 la URSS se autodisolvió como un azucarillo.  Aquellos sucesos le debieron de doler en su alma estalinista pero lo supo ocultar y disimular como buen espía y ambicioso político durante su meteórica carrera en la administración hasta llegar al Kremlin.



Aquel año 1991 es el ‘Rosebud’ de Putin que está en el origen de esta tensa situación que vivimos. El autócrata ruso tira de memoria histórica y quiere desandar lo andando en Europa y volver a coser a su manera el telón de acero al que servía y que vio caer. No quiere que Ucrania deje de ser un títere de Rusia, como lo es Bielorrusia y su presidente Lukashenko. Lo quiere hacer por encima del derecho internacional, la democracia y la soberanía de Ucrania, al estilo de Breznev en Hungría o en Checoslovaquia.



Es normal que aquellos que en España tampoco respetan la soberanía nacional como Podemos y sus aliados independentistas ERC y Bildu ‘empaticen’ con la potencia que más bulos difundió sobre el mal llamado ‘prosés’. Y que con su ejército de ‘hackers’ y ‘bots’ tanto ha hecho para dividir la UE fomentando el Brexit, o para aupar a Donald Trump en la Casa Blanca, quien sin duda dejaría hacer al dictador ruso.



Y en estas vuelve a buscar el protagonismo el ex líder de Podemos. Como le pasó a Aznar con Rajoy, Iglesias ha tardado lo que dura su último pelado en volver a intentar influir en su partido, al que dejó tirado en las puertas de la conquista del cielo, con la inflación y el precio de la luz por las nubes.



Pablo falta pontificando y atribuye falsamente un “furor militarista” a sus antiguos compañeros del PSOE en La Moncloa.



Y con fiel seguidismo, Irene Montero añadió que “España es el país del ‘no a la guerra”. Es esta una burda manipulación entre absurda, naiff e infantil, y sin duda irresponsable. Tiene tanto sentido rescatar hoy con Putin el “‘No a la guerra” contra Aznar y Bush en Irak como aplicar a nuestro país el “Es cosa de hombres” de aquel coñac. O quizás sí en el caso de Iglesias.


Ayer mismo la  ministra Belarra volvió a faltar achacando a Margarita Robles y José Manuel Albares “aspavientos belicistas”. Estos ministros -mucho más eficientes que los de Podemos- ya han contestado correcta e irónicamente a esos bulos y junto a Sánchez están actuando correctamente en esta crisis causada por el embite del dictador ruso.  


Quizás a Pablo Iglesias le impresionó tanto de niño el juego Quimicefa que admire el uso eficiente del Polonio 210 que hace el ex espía del Kremlin para eliminar a sus rivales políticos.


Desde hace años, están creciendo y proliferando por el mundo los ‘hijos de Putin’ que ponen sus ideas y sus ambiciones de poder por encima y delante de la democracia y la libertad de los ciudadanos. El recuerdo de Chamberlain y su alegría agitando la carta con la firma de Hitler están hoy más presentes que nunca.


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