Cacharrito

Cacharrito

José Luis Masegosa
01:00 • 20 feb. 2012
Con persistente asiduidad recibo amables invitaciones para que me sume a diferentes redes sociales, al margen de que esté o no adscrito a alguna de ellas. Como ya asevera el refranero, que es muy sabio como siempre se ha dicho, de bien nacido es ser agradecido. Con mayor o menor celeridad agradezco encarecidamente la invitación a tan preocupados anfitriones, algunos conocidos y deben ser pocos amigos, pues si alguno o alguna los hay con esta consideración, ¿para qué insisten en querer hacerme amigo por enésima vez, si ya lo somos y, en algunos casos, hasta del alma?
Las enormes posibilidades que nos brindan estas redes y los más avanzados medios tecnológicos, de común utilización entre los mortales, son proporcionales a los perjuicios y disgustos ocasionados, a veces, por los malos usos y abusos de estas tecnologías, con grave afectación e, incluso, con desagradables consecuencias de gran calado en las relaciones personales. Nunca supe ni sabré su nombre, pero sí que tiene la enorme suerte de trabajar para una de estas empresas que distribuye alta tecnología en nuestro país. Desde hace un par de años, la dicharachera directiva comparte su corazón y el poco tiempo que le permiten sus obligaciones con un joven investigador japonés, que ejerce en su patria, a quien le apasiona el plasma y la última generación. En un alarde de generosidad, el joven regaló un iPhone a su novia española, a quien no dudó sorprender con un ilustrado abanico de funciones y servicios del aparato. La avezada directiva hispana quiso alardear del regalo japonés. Pocas semanas después de haber recibido el presente, nuestra protagonista acudió con él a una fiesta, junto a un grupo de otros tres compañeros de trabajo con quienes mantiene una social y amigable relación. Agotadas las bebidas, la mayoría de invitados abandonó la casa anfitriona, algunos quedaron trasnochados en distintas dependencias y la novia del japonés se durmió recostada sobre las piernas de uno de sus amigos.
Transcurridas algunas semanas, el investigador japonés ha venido a tierra hispana para encontrarse con su novia, quien no ha dudado en ensalzar las propiedades del iPhone ante el generoso nipón. El científico ha querido comprobar tan inmerecidas alabanzas, y tras pasar revista a las programadas grabaciones del “cacharrito”, ha pedido a su novia española que opte por él o por sus amigos. Ella dice que gracias al iPhone ha descubierto que los japoneses son muy celosos, que va a intentar hacer comprender a su novio que ella es muy sociable y puede seguir con él sin romper la relación con sus amigos. Y lo va a hacer, con iPhone o sin él; a fin de cuentas solo es un cacharrito.






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