Cuando pienso en un marco, recuerdo el que encierra la foto aquella que hice en un viaje y que tanto me gustó, y donde no entra ni sale nada, bien sellado con un cristal que deja ver la foto, no desvelando las circunstancias del viaje ni de la propia foto. Argumenta el investigador de lingüística cognitiva George Lakoff que, si creas un lenguaje que encaje con tu cosmovisión de las cosas, que enganche con lo fundamental, tus ideas, – lo que viene a llamar el marco – será complicado erradicarlo de la conceptualización mental de la gente. Es como aquel marco de la foto, encierra esa idea fija a la que ya todos se aferran al mirarla, y que igual nos transmite otra si cambiamos el marco.
Estos días nos vemos inmersos en el marco diseñado por transportistas entorno a su cosmovisión de la problemática subida del combustible, consiguiendo que tanta gente hiciera acopio obsesivo de alimentos por el miedo a quedarse sin abastecimientos, y lo han logrado.
No me preocupan tanto los estantes vacíos en supermercados como ver vacías de sentido crítico tantas mentes hiperestimuladas. Porque hay quien nos está diciendo que si peleas una causa justa, no te preocupes, dejas tu puesto de trabajo sin servicios mínimos, te manifiestas violentamente, incluso ocasionas incendios, que nada pasa, tu reivindicación es justa; incluso puedes permitirte amenazar con seguir hasta que negocien contigo, vamos, que puedes actuar como un terrorista, y nada pasa. Menos mal que el acuerdo ha llegado y con la mesa vacía de violentos que no respetan las normas democráticas, prefiero seguir viendo estantes vacíos que mesas llenas de aquellos.
Pero hay otras cosas que preocupan, como que un Consejero de Ayuso no vaya a ayudar a los 3 millones de pobres madrileños que estima Cáritas, porque hasta se mofa de ellos. Me preocupa que el alcalde de mi ciudad envíe a su gente, a rebufo de la oposición, para postureo en barrios humildes sin solucionar sus problemas. Me preocupan tantas farolas podridas de la Avenida Cabo de Gata, por si caen como las palmeras, y nadie asume responsabilidades. Y es que para eso son nuestros impuestos, por más que haya quien, con su marco, trate de vendernos que pagamos muchos. Los aplausos del confinamiento nos proponían un marco contrapuesto, el de una sociedad solidaria, y es que, con el esfuerzo conjunto, ayudamos hoy también a los transportistas, incluso a quienes deciden no ponerse en la foto para que nadie les enmarque. ¡Bendita democracia!
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