Juan Torrijos
23:11 • 27 feb. 2012
Los 28 de febrero de cada año le han servido a los almerienses para darse una vuelta por la cercana Murcia, comprar en El Corte Inglés hace unos cuantos y hoy pasear por Ikea, comer francamente mal en esos grandes almacenes y volver a casa con el coche cargado de cosas baratas, a veces muy baratas, que luego no sabemos en muchos casos para qué nos sirven. Es lamentable que las autoridades que nos pusieron el 28 de febrero como día de la comunidad no hayan sabido, no hayan podido o no hayan querido que el sentimiento andaluz haya prendido en las capas de la sociedad almeriense. Quizás porque ese sentimiento no lo tenían ellos, era sólo una pose política, y lo que no se siente y no se tiene poco se puede practicar, enseñar y demostrar a los demás. Cuatro medallas, dos banderas otorgadas la semana anterior (el político y su señora también quieren ir hoy a Ikea) y algún pueblo que organiza la clásica paella (sin ningún sabor en la mayoría de los casos) como fin de fiestas para celebrar el gran día de la comunidad. Con la crisis de los ayuntamientos hasta las paellas se están acabado. Tras más de treinta años, que con unas magníficas jornadas se han celebrado en nuestra universidad (hoy día en medio de una polémica de abusos según el Pp), los almerienses nos disponemos a vivir el día de Andalucía con bastante tristeza. O habría que decir que con la lógica consecuencia a que lo han llevado los políticos, los primeros en no creer en esta administración que se ha estado mirando el ombligo, mientras hacían de ella su gran y fructífero cortijo. Está claro, me voy a Ikea, por lo menos me compraré un armario.
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