El primer monarca español que ostentó a la vez las coronas de Castilla, Aragón y Navarra fue Carlos I de España y V de Alemania. Un joven inexperto que declinó su confianza en colaboradores que le acompañaban desde Países Bajos, otorgándoles acceso a rentas y riquezas, cabreando a los castellanos, quienes vieron muy mal que se trasladara pronto a Aragón, descuidando más aún sus obligaciones con Castilla. Pero la gota que colmó el vaso vino cuando fue elegido soberano del Sacro Imperio Romano Germánico, pues convocó Cortes para recaudar fondos y poder sufragar sus gastos en el extranjero, dejando de regente al cardenal Adriano de Utrecht.
Salvando las distancias – sobre todo porque en aquel tiempo no se estilaba el postureo de foto y selfi – el alcalde, quien se supone que debe gobernar Almería ni se ocupa ni se preocupa de los asuntos de la ciudad, deja en manos de sus acólitos y de concesionarias los asuntos de Almería, y así va, como pollo sin cabeza. Está centrado en conseguir ascender en su partido, de ahí que tanta ciudadanía almeriense se sienta desatendida por un alcalde ausente quien, para colmo, trató de pagar su periplo con alcaldes de partido por Bruselas con dinero de las arcas municipales, un robo a los almerienses que rectificó ante la exigencia de explicaciones del PSOE.
Estas ausencias y dejaciones de funciones de Ramón están perjudicando a la ciudad y a la vida de la gente. Las concesionarias no funcionan, recordemos la limpieza tras la calima; o el arbolado de la ciudad, sin revisar en años, a pesar de quejas vecinales, y que se ha realizado sólo tras la caída trágica de una palmera. ¿Y los parques infantiles?, más de la mitad no han conseguido certificación para su uso. O la sangrante cantidad de vecinos a quienes cobra indebidamente alguna tasa. Está claro, el reinado del King of posturing almeriense no funciona.
Incluso se les cuela, sospechosamente, una deuda de casi un millón de euros del Liceo Erasmus, acumulada durante siete años, ahí es nada. Mientras, a cualquier empresa local o familias de a pie se les embargan cuentas, con la que está cayendo. El alcalde debería responder por todo ello, pero no lo hace ni cuando la oposición lo pide por escrito.
A la vista de este desgobierno, el alcalde debería reflexionar, como lo hizo Carlos I, retirándose a tiempo, por el bien de Almería, la que hace mucho que tiene olvidada por su afán de convertirse en Ramón I de Almería y V del PP.
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