Allá por 1618, Europa se afanó en una consecución de acciones bélicas que finalizó en 1648. La conocida como Guerra de los treinta años esquilmó zonas íntegras, y se cobró un elevadísimo número de vidas en todo el continente. Una guerra iniciada por motivos político-religiosos entre defensores de la reforma y la contrarreforma del Sacro Imperio Romano Germánico, donde no faltó España. Y es que, con el reinado de Felipe IV, junto al conde-duque de Olivares, se llevó a cabo en el exterior una política belicista que, junto a diversas reformas en el país, buscaba no perder la hegemonía de España en Europa.
Así las cosas, no deja de ser curiosa la imagen de los líderes de la OTAN, posando esta semana en la cumbre celebrada en Madrid con “Las meninas” como telón de fondo. Un gran lienzo, autoría de uno de nuestros ilustres, Velázquez, pintor de cámara de Felipe IV y que inmortalizó en óleo a la familia de un reinado protagonista de aquella penosa Europa envuelta en guerras.
Hoy, la invasión a Ucrania por Rusia y sus movimientos en la zona sur del planeta acechando a Europa, ha llevado a que la Alianza Atlántica tome más decisiones estratégicas, con nuevas adhesiones y aumento presupuestario para tratar de afianzar nuestra seguridad ante la amenaza exterior. Y aquí España toma un protagonismo especial por nuestra situación geoestratégica y por el creciente liderazgo de nuestro presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a quien valoran considerablemente fuera de nuestras fronteras y que sabe poner los intereses de país por delante de otros, colocando de nuevo a España en un lugar relevante en el panorama internacional, por más que tenga un acuerdo de gobierno con quienes están radicalmente en contra de los planteamientos de la OTAN.
Aunque estas decisiones, a priori, chirríen a quienes abogamos por el diálogo como único mecanismo para la solución de problemas, qué duda cabe que no por ello debemos dejarnos amedrentar por quienes pretenden imponerse utilizando la fuerza, a pesar de que están asfixiando la economía global.
Por eso, es de agradecer en los tiempos que corren que, desde la impecable organización de la cumbre por parte del Gobierno español, se haya optado por dar protagonismo a la Cultura. Porque la Cultura siempre llena todos esos espacios vacíos de empatía, apacigua los sentimientos de odio, ayuda a conocernos y comprendernos, hace vibrar, contribuye a expresar la creatividad y nos muestra el mundo con miradas de otros. ¿Quién sabe?, igual, en la próxima cumbre, deciden aumentar los presupuestos para “Escudos culturales”.
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