Tendría que hacer memoria pero creo recordar que me hice columnista porque al no encontrar las cosas que me apetecía leer terminé escribiéndolas yo mismo. “Pues ponte tú y así terminamos antes”, me dijo una de esas noches mullidas a bolerazos en el desaparecido Automóvil Club el director de La Voz de Almería, Pedro Manuel de la Cruz. Y así sigo, muchitantos años después. Admito que he vuelto a sentir esa sensación de búsqueda inconclusa en la hojarasca periodística, porque he echado de menos una reacción vigorosa ante lo que considero un asunto lo suficientemente serio como para tocar metafóricamente la campana del Muro de la Vela, que por cierto acaba de estrenar un pedazo de restauración que parece que vaya a salir por allí el mismo Abderramán tocando el badajo.
Yo tenía preparada para hoy una columna glosando las declaraciones del senador socialista Antonio Martínez, que nos decía que el patriotismo estaba en el orgullo por la buena organización de la cumbre de la OTAN en Madrid, y le iba a proponer al señor Martínez que fuera a dar lecciones de amor patriótico por las gasolineras y los supermercados a ver qué tal, pero no. Dejo esa columna e improviso sobre la marcha otra que me hubiera gustado leer hace unos días. Ya habrá otra ocasión, Antonio.
Estos días, los representantes de los futbolistas, esos profesionales de la especulación a cuyo lado los tramperos del Yukón son unas Hermanitas de la Caridad, empiezan a envenenar los sueños de los redactores deportivos sacándose de la chistera jugadores más o menos desconocidos que, de pronto, aparecen en las páginas igual que descubrimos a la típica escritora ugandesa a la que acaban de conceder el Nobel de Literatura. Nadie tiene ni puta idea de dónde ha jugado este muchacho antes de estar abriendo hoy la sección de deportes, pero aquí pone que es el Maradona del Serengueti. Vamos, un crack.
Hablemos ahora de nuestro equipo, la UD. Almería. No seré yo quien me meta a recomendar a tal o cual delantero, porque yo no me trato con representantes. Lo que sí digo, y aquí es donde quiero llegar, que lo primero que necesita nuestro equipo es alguien que sepa, quiera y se atreva a decirle a la directiva que hay cosas que no se pueden hacer nunca. Y no me refiero al plante por resaca festiva que dieron a las autoridades regionales y locales y a la propia ciudad, que esperaba para celebrar el ascenso al día siguiente del triunfo, tal como hacen los clubs grandes. Me refiero, y esto es mucho más serio, a la autorización de colocación de pancartas contra periodistas almerienses en las instalaciones del club.
Si el Almería no tiene quien lo haga, debería fichar con urgencia a alguien que explique a la directiva dos cosas muy importantes para un club que va a jugar en Primera y que quiere, como todos queremos, que lo haga en Europa. Lo primero es que aunque el dinero compre casi todo y a casi todos, eso no siempre es así. Y lo segundo es que en España no rige la fatwa y que, llegado el caso, los desencuentros y discrepancias se dirimen en los tribunales y no exhibiendo pancartas y poniendo caras en dianas ante la masa social que va a comprar sus abonos.
Yo sé que lo fácil ahora para un periodista es mudarse al minarete mediático y pasar el día entre la guzla y el gárrulo, embriagándose del hálito oriental. Pero no es mi caso. Acabo de recordar que no me hice columnista para hacer amigos. En todo caso, para salir a dar la cara cuando se la tocan a uno de los tuyos. Mucho cuidado con estos gestos y estas formas tan feas, porque empieza a oler a abono. Y no hablo de los precios.
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