Vino ayer Hugo Morán -secretario de Estado de Medio Ambiente- a visitar las obras de la desaladora del Bajo Almanzora que lleva ¡once añazos! en el dique seco y fue como ir con una cuerda a la casa de un ahorcado, aunque el bueno de Hugo no sea ni mucho menos el verdugo con la soga. Sería bueno que ningún señor del Gobierno venga más a visitar las obras de reparación de ese ingenio hidráulico entre Palomares y Villaricos hasta la reinauguración, para no despertar más a la fiera de miles de regantes de la comarca que llevan perdiéndose mucha agua de esa desaladora. Ninguno de los dos partidos que han gobernado España en la última década es inocente del desfalco que supuso construir una desaladora valorada en 76 millones de euros al lado del cauce de un río. Los trabajos de reparación que ejecuta Sacyr desde hace casi un año costarán 16 millones para esta obra que formó parte de la Operación Frontino que procesó a altos cargos de Acuamed por presuntas mordidas. La riada de San Wenceslao -santo checo asesinado por ahogamiento- acabó en 2012 con esta obra que acababa de inaugurar la entonces ministra cordobesa Rosa Aguilar. Uno tiene la impresión como que a los regantes de Cuevas, Vera, Pulpí, o Huércal Overa les regalaron un Ferrari Shakyra y después lo tiraran por un barranco, dejándolo once meses encerrado en un taller sin arreglarlo.
Como lo que no son cuentas son cuentos -dijo Emilio Botín- hay que decir lo siguiente: que en 11 años que lleva sin uso la desaladora los regantes han perdido 165 hectómetros para sus lechugas y sus tomates, para generar riqueza y dar jornales a miles de trabajadores. No ha habido en este tiempo ni una sola manifestación por ese agua hurtada el día fatídico de San Wenceslao. Ni una. Y sin embargo, por el agua del Tajo -que nunca está de más- los almerienses han ido varias veces a Murcia y Madrid como palmeros de la huerta vecina. El agua que pierde Almería con el Tajo son 4 hectómetros, el 3.200% menos que el agua perdida por aquel diluvio del santo checo. Agua que mató a otra agua.
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