Lo que deja un año de guerra en Ucrania

La vida cambia mucho en un año. Ya se han cumplido 365 días desde que las tropas rusas comenzaran la invasión de Ucrania y lo que parecía que iba a ser un paseo militar va camino de convertirse en un largo conflicto bélico que se va a cobrar miles de vidas de ambos ejércitos y a destruir pueblos y ciudades ucranianas.

Hace ya un año que comenzó el carrusel de la solidaridad almeriense con las miles de familias que tuvieron que huir de su país y pedir acogida en otras tierras o se quedaron prácticamente en la miseria en Ucrania. Pasado el tiempo, la solidaridad parece olvidarse y si acaso nos acordamos de la guerra de Ucrania porque a ella se le echa la culpa de que el precio del pan, la leche, la carne, el pescado o las verduras esté por las nubes.

Pero no todo va a ser culpa de que Putin haya desplegado su ejército para hacer más grande Rusia. Me resisto a creer que la inflación no baje tanto como nos gustaría por el conflicto bélico.

Mientras tanto, los partidos aprovechan para el cruce de reproches en el Congreso de los Diputados cuando lo que debería importarles es aportar medidas que satisfagan a todos. A los consumidores, los primeros. Pero también a los productores de frutas y hortalizas – en Almería lo sabemos muy bien -, a las tiendas de barrio, a los supermercados, … Enfrentar a unos contra otros, como se ha escuchado por boca de los parlamentarios de Unidas Podemos, es buscar réditos electorales recurriendo a la demagogia.

Recurriendo a la demagogia, bien podría proponerles a los morados que sigan el ejemplo de la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, que ha cesado a su secretaria de Estado y al presidente de Renfe por encargar trenes que no podían entrar en los túneles de Cantabria. ¿Nadie va a dimitir en el Ministerio de Igualdad después de más de 500 rebajas de pena por la Ley del solo sí es sí, 17 de ellas en Almería? Parece que no.