Esta vida frenética en la que estamos inmersos nos priva, consciente e inconscientemente, de momentos de sosiego, de reflexión, de parada en seco,..., aunque un kit kat de vez en cuando debería recetarse en consulta médica. Por eso tengo que agradecer que hace unos días tuviera la oportunidad de dedicar 45 minutos a hacer esa parada, lo que tardé en coche desde El Zapillo a la Rambla por las obras de la Av. Cabo de Gata, ¡esto sí que es disuasorio para no coger coche! Aquella larga cola de vehículos no avanzaba, parecía no tener fin - como el discurso de la derecha sobre ETA, a pesar de que la derrotamos hace más de una década, pero ya se sabe, Sánchez tiene la culpa de todo mal, incluso de las listas de Bildu - En la espera, lejos de desesperar, como nos presagia el refrán, aproveché para observar. Nunca una ineptitud tan abrumadora me había proporcionado un momento tan productivo.
Pude fijarme en muchos despropósitos de obra, como de la ausencia de rampa para cruzar la avenida en un semáforo que salvase el desnivel, que un vecino no pudiera acceder a su garaje porque habían cortado la calle sin avisar y sin alternativa posible, o en un pasillo en la Plaza de El Zapillo lleno de socavones y desniveles para cruzarla (la señora con andadera no pudo avanzar),..., ¡viva la buena planificación! Pero este es el sello de Mar Vázquez y sus antecesores, el caos ante cualquier contratiempo y la falta de planificación, sello que terminamos pagando los almerienses.
Me pregunto si el 28M la ciudad querrá seguir en el atasco de estos 20 años, con compromisos incumplidos y falta de proyecto de ciudad, o saldrá del mismo, votando por lo que pensamos para conseguir la Almería que queremos.
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