Pedro Manuel de La Cruz
22:30 • 28 abr. 2012
Ha pasado un mes y cuatro días desde el 25 M y todavía (todavía) no he escuchado una reflexión autocrítica sobre los resultados de aquel día. El PP no alcanzó su objetivo de mayoría absoluta; el PSOE sufrió un descalabro sin precedentes con la pérdida de nueve (nueve) diputados y ningún dirigente, ningún militante, ha sido capaz de hacer en público la pregunta : ¿Por qué hemos perdido?
Porque no pueden ignorar que los dos han perdido. Los populares no alcanzando un gobierno al que se sentían tan cercanos. Los socialistas porque una parte importante de su electorado les ha dado la espalda hasta situarlos como segunda fuerza tras treinta años de hegemonía ininterrumpida y haciéndoles dependientes de Izquierda Unida que, siendo la tercera fuerza, es la que más gana.
Es evidente que los socialistas pueden exhibir legítimamente que el pacto con IU les mantendrá en el poder. Nadie discute la legalidad del acuerdo: dos fuerzas consideradas afines se unen y alcanzan la mayoría aritmética que les da el poder en la comunidad y las críticas en contra del acuerdo sólo son fruto de la frustración, pero no de la razón. Cosa distinta es que sea beneficioso, o no, para Andalucía en general o para Almería en particular. Pero este último aspecto no pertenece al territorio de la legalidad o de la legitimidad del acuerdo; hay que situarlo en el escenario de los criterios personales construidos sobre una estructura en la que la ideología es, en la mayoría de las opiniones, el hormigón que les da forma.
Lo que sí parece evidente es que tanto PP como PSOE se han encontrado en una situación inesperada. Aquellos no esperaban perder y estos no confiaban en ganar. Ese es un factor que influye en gran medida en la ausencia de autocrítica, en el olvido de los Por Qués del resultado. Aunque no es menos cierto que en el memorial de olvidos también podría apuntarse el vértigo que sienten ante lo que, por más que intenten ignorarlo, tienen que enfrentarse en los próximos meses: la renovación de sus estructuras internas.
El PP lo hará desde la dificultad añadida de la oposición inesperada. A los que llaman a rebato pidiendo la elección de un nuevo delfín que, a medio plazo, pueda sustituir a Arenas, habría que recetarles una dosis razonada de prudencia y la lectura de Aristóteles cuando sostiene que “es de importancia para quien desee alcanzar una certeza, el saber dudar a tiempo”. Hoy en el PP nadie sabe con certeza el camino a seguir y a quien diga lo contrario habría que recomendarle la frase de Scott Fitzgerald cuando escribió que “es preferible fiarse del hombre equivocado a menudo, que de quien no duda nunca”.
Detrás de algunos embozados locales del PP que aguardan el regreso de un tiempo que se fue y no volverá, lo único que se esconde es la ambición por recuperar el poder perdido. Quienes abogan por la renovación total del PP andaluz no son o no quieren ser conscientes que sólo hay una cosa peor que no cambiar y es cambiar por cambiar.
En cuanto al PSOE no les veo muy alejados de parapetarse en la opción de hacer que nada cambie para que todo siga igual; o lo que es peor: abandonarse al gatopardiano argumento de que todo cambie para que todo siga igual.
Si los socialistas no son conscientes de que su forma de gobernar- y de comportarse y de actuar- ha entrado en el ocaso es que continúan ensimismados en la seducción del Poder que creían perdido. Andalucía necesita un nuevo impulso que imponga otra forma de gobernar “para y con” los ciudadanos, y no (como hasta ahora) “a” los ciudadanos.
Los andaluces- ahí están todas las encuestas y los escándalos que provocan sus resultados- confían cada vez menos en sus políticos. Lo que no sé es si los políticos se han dado cuenta o, lo que es peor, se han dado cuenta y les da igual.
Y cuando el Poder se convierte en un fin y no en un instrumento para transformar la realidad olvidan que cuanto más alta es la cima más grande es el abismo.
Porque no pueden ignorar que los dos han perdido. Los populares no alcanzando un gobierno al que se sentían tan cercanos. Los socialistas porque una parte importante de su electorado les ha dado la espalda hasta situarlos como segunda fuerza tras treinta años de hegemonía ininterrumpida y haciéndoles dependientes de Izquierda Unida que, siendo la tercera fuerza, es la que más gana.
Es evidente que los socialistas pueden exhibir legítimamente que el pacto con IU les mantendrá en el poder. Nadie discute la legalidad del acuerdo: dos fuerzas consideradas afines se unen y alcanzan la mayoría aritmética que les da el poder en la comunidad y las críticas en contra del acuerdo sólo son fruto de la frustración, pero no de la razón. Cosa distinta es que sea beneficioso, o no, para Andalucía en general o para Almería en particular. Pero este último aspecto no pertenece al territorio de la legalidad o de la legitimidad del acuerdo; hay que situarlo en el escenario de los criterios personales construidos sobre una estructura en la que la ideología es, en la mayoría de las opiniones, el hormigón que les da forma.
Lo que sí parece evidente es que tanto PP como PSOE se han encontrado en una situación inesperada. Aquellos no esperaban perder y estos no confiaban en ganar. Ese es un factor que influye en gran medida en la ausencia de autocrítica, en el olvido de los Por Qués del resultado. Aunque no es menos cierto que en el memorial de olvidos también podría apuntarse el vértigo que sienten ante lo que, por más que intenten ignorarlo, tienen que enfrentarse en los próximos meses: la renovación de sus estructuras internas.
El PP lo hará desde la dificultad añadida de la oposición inesperada. A los que llaman a rebato pidiendo la elección de un nuevo delfín que, a medio plazo, pueda sustituir a Arenas, habría que recetarles una dosis razonada de prudencia y la lectura de Aristóteles cuando sostiene que “es de importancia para quien desee alcanzar una certeza, el saber dudar a tiempo”. Hoy en el PP nadie sabe con certeza el camino a seguir y a quien diga lo contrario habría que recomendarle la frase de Scott Fitzgerald cuando escribió que “es preferible fiarse del hombre equivocado a menudo, que de quien no duda nunca”.
Detrás de algunos embozados locales del PP que aguardan el regreso de un tiempo que se fue y no volverá, lo único que se esconde es la ambición por recuperar el poder perdido. Quienes abogan por la renovación total del PP andaluz no son o no quieren ser conscientes que sólo hay una cosa peor que no cambiar y es cambiar por cambiar.
En cuanto al PSOE no les veo muy alejados de parapetarse en la opción de hacer que nada cambie para que todo siga igual; o lo que es peor: abandonarse al gatopardiano argumento de que todo cambie para que todo siga igual.
Si los socialistas no son conscientes de que su forma de gobernar- y de comportarse y de actuar- ha entrado en el ocaso es que continúan ensimismados en la seducción del Poder que creían perdido. Andalucía necesita un nuevo impulso que imponga otra forma de gobernar “para y con” los ciudadanos, y no (como hasta ahora) “a” los ciudadanos.
Los andaluces- ahí están todas las encuestas y los escándalos que provocan sus resultados- confían cada vez menos en sus políticos. Lo que no sé es si los políticos se han dado cuenta o, lo que es peor, se han dado cuenta y les da igual.
Y cuando el Poder se convierte en un fin y no en un instrumento para transformar la realidad olvidan que cuanto más alta es la cima más grande es el abismo.
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