Iconos del tiempo

En la memoria colectiva e individual de cada uno perviven en el tiempo nombres, cosas y productos que nunca se ausentaron. Hay algo mágico en esas cosas que perduran a pesar de los años, algo místico que las hace perdurar, algo que las vuelve más queridas y apreciadas con el tiempo. En la mayoría de las ocasiones, estos productos y marcas se vuelven legendarios, iconos del tiempo y de nuestra cultura, y partes esenciales de nuestra historia. . Hay ciertos productos que simplemente no pueden ser igualados, que no pueden ser reemplazados.

Algunos ejemplos de esto son las gaseosas El Tigre, que se han mantenido como una de las bebidas más populares en nuestro país, y una levadura perenne en nuestra repostería,  a pesar del paso del tiempo. Es un artículo que  despierta nostalgias porque es algo más que eso, es un momento precioso de nuestra infancia y juventud, es un recuerdo que nos viaja a otros tiempos cuando la vida vivía sus días azules,  en los que las burbujas albinas o amarillas, según el gusto, de estas legendarias gaseosas, alumbradas en Cheste, en 1915, por Alejandro Martínez Máñez, alegraban la mirada cándida y el inocente paladar de aquellos adolescentes que nos colábamos en el casino de Oria, mi pueblo, -regentado por Luis de Haro, un maestro en las gaseosas- para asistir al asombroso  espectáculo de las “explosiones” que colmaban los vasos cuando acidulante y gasificante se abrazaban en meteórica reacción. Siempre ha sido mi tierra amante de estos preparados, que prosiguieron dispensándose con jarabe de limón en el centro social y café regentado por Francisco Tortosa, “Chikito”, o en el bar de Ramón “El Abuelo”, donde la refrescante bebida se demandaba al grito de “una de explosivos Riotinto”.

Nuevas generaciones de jóvenes no han querido privarse de estos productos que nos han acompañado toda la vida. Es el caso de Jota Ziggy, un pertinaz trovador que no ha dudado en abrazar al Tigre para exhibirlo en su atuendo durante sus  actuaciones. Y es que beber una de estas gaseosas puede transportarnos a un tiempo donde todo era más simple y las cosas más inocentes.