Lo que le espera a Sánchez en los próximos años

Cuarenta y ocho horas antes de que se abrieran las urnas el 23J llamé a Antonio Hernando, candidato del PSOE por Almeria y uno de los asesores que más cerca está del presidente en La Moncloa. 

-PP y Vox no van a llegar a la mayoría absoluta. Nosotros llevamos una tendencia ascendente en la última semana, que se está agudizando en estas últimas horas. 

No le creí. Situé su respuesta en el consuelo de la ilusión más que en la realidad de los hechos. 

Durante toda esa semana había contactado con varios dirigentes del PP provincial y regional bien relacionados con Génova 13, no había dejado de leer ninguna de las encuestas publicadas en campaña y la opinión de casi todos los analistas madrileños solo dudaban sobre la cifra de diputados a alcanzar por los candidatos de Feijoo: 150-155 era la horquilla más desfavorable. Los más entusiastas elevaban la cosecha a más de 160 escaños. Mi incredulidad estaba justificada. No podían equivocarse todos, a la vez y sobre la misma previsión. 

Pero la política tiene caminos que la desacreditada demoscopia española se empeña en no transitar. El 23J arrojó unos resultados endiablados y la placidez electoral que todos preveían- preveíamos- acabo convertida en una tormenta que amenaza con convertirse en huracán si el sentido común y la responsabilidad no lo impiden. No baso mi previsión en la movilización esperpéntica de la extrema derecha ni en la movilización del PP en las plazas. Nadie puede estar permanentemente irritado y tomar la calle comienza siendo un ejercicio de protesta excitante y termina en el desaliento de lo inevitable. Sanchez es desde el viernes presidente del Gobierno y esa es una realidad contra la que no pueden hacer nada la oposición razonada del PP, la exaltación de Vox o el desvarío de los rezadores del rosario. El viento huracanado no vendrá desde esa dirección. 

Pedro Sánchez sufrirá el acoso permanente de la derecha y de la extrema derecha en el parlamento y en las sedes judiciales a través de los recursos que la oposición presente. Pero desde donde le llegará el estruendo será desde los mismos partidos que lo acaban de reelegir presidente. 

El nacionalismo es una teología irracional que solo crea división, odio y rencor. La historia está llena de episodios llenos de su crueldad. También de su estupidez. 

La perspectiva que dan diez años de proces no alientan el optimismo que exhibe Pedro Sánchez. El acuerdo alcanzado entre PSOE y Junts es un pacto por conveniencia, como con acierto señala el PP. Los socialistas califican el pacto por la convivencia, pero esa definición evoca más al deseo de convertir la necesidad en virtud que a la realidad de unos hechos que lo contradicen. Los comportamientos de Puigdemont antes del estallido del otoño del 2107 y su actitud posterior no le conceden ninguna credibilidad. La lealtad no es un atributo cercano a su comportamiento. Quien huye escondido en el maletero de un coche abandonando a quienes le habían seguido en su viaje delirante a la independencia no merece otro calificativo que el de cobarde. 

Con estos antecedentes la travesía del nuevo gobierno se prevé de una complejidad extraordinaria. Sánchez va a gobernar en medio de una montaña rusa en la que en cada esquina legislativa le espera un sobresalto.  

Dotado de una frialdad más heladora que el acero y revestido de un optimismo patológico, el reelegido presidente ha superado todas las cimas que se le han presentado desde que llegó a la primera línea de la política. En los próximos años lo que va a tener enfrente no son montañas, es una cordillera en la que las dificultades más altas vendrán de sus propios aliados independentistas. Al tiempo 

Y el tiempo dirá si Pedro Sánchez logra llegar a puerto o naufraga en el empeño.