Pasan los años y cada vez añoro más aquel espíritu de la transición donde nuestros políticos eran capaces de alcanzar pactos en unos momentos muy delicados para nuestro país. Recuerdo cómo la palabra consenso se puso de moda y, allí en La Moncloa, los representantes de los distintos partidos, organizaciones empresariales y sindicales llegaron a elaborar una Reforma Laboral llamada Pactos de La Moncloa.
Sí, queridos lectores de Almería en el Tiempo, eran momentos muy delicados ya que no sólo atravesábamos una crisis económica sino también política: la inflación llegaba al 29%, el paro subía sin cesar y la cuestión de la negociación colectiva era un caos sin freno que moderara los salarios. Cada uno iba a su bola hasta que alguien (Adolfo Suárez) cogió el testigo y, con habilidad, sentó en la mesa a negociar a los presuntamente implicados para, todos juntos y remando en la misma dirección, salir de aquella crisis salpicada de asesinatos terroristas e intentos golpistas.
¡Qué lección más hermosa el día después del 23-F cuando todos de la mano (el verdugo y la víctima, la España vencedora y también la vencida en aquella incivil guerra) miraron hacia delante y con verdadero sentido de Estado gritaron a favor de la libertad y la democracia! Pues, ¡que quieren ustedes que les diga! Que hoy yo no veo por ningún lado esta grandeza moral y esta actitud pro-pacto con aptitud para salir adelante.
Aquellos políticos del período posfranquista sí que tenían valores éticos, sí que dejaban de mirarse el ombligo, sí que consiguieron sacar al país de la recesión y construir nada menos que una democracia desde las propias leyes del régimen autoritario. No olvidaré jamás esa sonrisa de amplia satisfacción de Adolfo Suárez cuando consiguió que aquellos procuradores de las Cortes franquistas se hicieran su propio haraquiri aprobando la Ley de Reforma Política.
Así pues, como su intención no era poner a una España por encima de la otra, fueron capaces de alcanzar trascendentales acuerdos. Si nos venimos a nuestro actual momento histórico, observamos que la situación económica es delicadísima y que el pesimismo se está adueñando del pueblo español con la consiguiente crisis de confianza que nos está conduciendo a una especie de angustia vital.
Con estas condiciones, ¿Cómo es posible que estos señores no sean capaces de llegar a acuerdos? Propongo, una vez más, que hagan caso al pueblo soberano que es quien los ha colocado en el sillón para pedirles un urgente Pacto de Estado.
En la calle, en el día a día de la vida, los ciudadanos no nos vamos peleando por ahí ni descalificando como ocurre entre el PSOE y el PP. Parece que la intención de los dos partidos hegemónicos es el conflicto permanente y eso no lo quiere nadie en nuestro país. Por favor, hagan caso a la opinión de la gente porque, caso contrario, no estarán respetando la voz de la mayoría y eso no parece que sea muy democrático. Yo le pediría a los máximos responsables políticos que promuevan un gran Pacto de Estado donde las dos fuerzas más representativas unan sus esfuerzos, por lo menos durante dos años (que conociendo la mezquindad de algunos de nuestros representantes políticos y sindicales ya es pedir bastante), en beneficio del interés general. Para conseguirlo, el nuevo gobierno, debe gobernar para todos los españoles porque no se puede ignorar a una oposición que puede representar a cerca de l
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