Casi medio siglo de gobierno autonómico da una perspectiva suficiente para valorar cómo ha mirado el poder andaluz a Almería. Todos los sabemos. Por eso es bueno aprovechar cada oportunidad para censurar lo que no hicieron y para reivindicar lo que deben hacer. El jueves participe en un acto en Sevilla del Club Antares-Cámara de Comercio organizado por la Cadena SER y protagonizado por Ramón Fernández Pacheco, consejero y portavoz de la Junta. Y, como hay que hacer cada vez que tengamos oportunidad de que nos oigan en Sevilla, además de presentar al consejero almeriense, plantee, sin la melancolía inútil del lamento, pero con la contundencia de la realidad, los errores cometidos en tantas décadas de desencuentro. Las líneas que siguen son un resumen de mi intervención.
Cuando en los primeros 90 Ramón Fernández Pacheco se encontró con lo que desde entonces iba a ser su machadiano cielo azul y el sol de su adelantada adolescencia, Almería era un territorio que ya había comenzado a desperezarse de mil años de soledad y olvido.
La ciudad abandonaba la percepción de ser el Paseo rodeado de suburbios, como tan acertadamente la definió Fausto Romero, y la provincia apenas contaba con poco más de cuatrocientos mil habitantes. La emigración de los sesenta había convertido las calles de casi todos sus municipios en un espacio para la nostalgia de los más de cien mil almerienses que se fueron llenos de melancolía a Grenoble, Dusseldorf, Ámsterdam o Barcelona.
Han pasado cuarenta y cuatro años desde entonces y aquella ciudad y aquella provincia a la que acababa de llegar Ramón es hoy un paisaje totalmente distinto. Radicalmente distinto.
Almería ha duplicado su población y hoy somos más de 750.000 sus habitantes. De ser una tierra de emigración hemos pasado a ser un territorio de acogida donde más de cien mil inmigrantes han encontrado trabajo y bienestar.
El mayor desierto de la Europa continental es hoy una pequeña Amazonía de más de treinta y cinco mil hectáreas donde casi se roza con los dedos la sostenibilidad económica, medioambiental y social (aquí queda más trabajo por hacer) basada en la irrenunciable e inevitable aspiración de producir más con menos coste.
De ser la provincia más seca de la Unión Europea es hoy un referente mundial en el uso del agua trabajando para articular un ciclo integral que posibilite construir una autovía del agua que vaya desde el pantano de Benínar hasta el del Negratín pasando por el del Almanzora, y que ese rio artificial tenga como afluentes la desalación, la reutilización de las aguas residuales, los pantanos, los deshielos y las bolsas de aguas subterráneas.
Almería está viviendo una revolución. Pero no una revolución clásica como las que ocurrieron en el siglo diecinueve y en gran parte del veinte, aquellas fueron revoluciones marcadas por un día de fuego y cincuenta años de humo.
La revolución que protagonizan hoy los almerienses está marcada por el esfuerzo, la inteligencia y la innovación, un triángulo invencible cuando de ganar el futuro se trata.
Y Ramon ha tenido la suerte de vivir y ser parte de esa revolución.
Desde su responsabilidad en el ayuntamiento de Almería antes, y ahora desde la consejería que dirige y la portavocía del gobierno, ha tenido la fortuna de ser rio en lugar de ser laguna y de ser lluvia en lugar de ver llover.
Yo sé que no está de moda defender la política. Que en un estado de crispación y trincherismo como el que vivimos y en el que los políticos, los medios de comunicación y otros poderes tienen gran parte de responsabilidad, que, en el escenario tribal en que se ha convertido la balacera parlamentaria y partidista, la descalificación es inocente y el elogio sospechoso.
Pues bien, yo no tengo ganas de ocultar la verdad y sus entornos.
La revolución que vive la provincia de Almería ha sido posible y está siendo posible porque la inmensa mayoría de los almerienses y la inmensa mayoría de la clase política almeriense también han sabido hacerse cargo de esa realidad y colaborar con ella. Y cuando hablo de clase política no me refiero a la de ahora solo, a la de ahora y a la de antes, de este partido o de aquel, de los alcaldes de los municipios de levante o de poniente, independientemente de las siglas que les cobijaran.
¿Qué se podía y de debía haber hecho más?, sin duda. ¿Qué Almería ha sido una provincia extramuros del poder regional? Por supuesto. Y lo digo aquí, en Sevilla, en la capital de la comunicad autónoma con la convicción de quien ha sido testigo de esta realidad: Andalucía no ha tratado a Almería como se merecía y se merece; el poder ha estado siempre muy alejado de los intereses compartidos de una provincia a la que se le ha mirado con insultante frecuencia como un territorio de extramuros y no como una provincia de nuestra comunidad autónoma.
Pero como en el verso de Ernesto Cardenal, al perderte yo a ti, los dos hemos perdido. Almería porque era Andalucía la que más le debía haber aportado para subsanar su histórica agenda de carencias; pero Andalucía también ha perdido porque podía haberse beneficiado de que Almería le aportara más desde su experiencia en innovación, imaginación y empuje. Conocerse es el mejor camino para quererse y, en ese recorrido, aún queda un trecho por andar
Pero con esas carencias y con todos los errores, la Almería de hoy no es la de aquel ya lejano 1983 en que Ramón llegó al mundo.
Durante su etapa como concejal y alcalde, y ahora como consejero, han sido muchas, muchas las veces que he hablado con Ramón de la realidad y sus entornos. Y siempre me ha demostrado su vocación dialogante y su apuesta más por las ideas que por la ideología. Es una buena hoja de ruta transitar siempre por las amplias alamedas de las ideas y alejarse del reducido y paralizador estanque de las ideologías.
A Ramón siempre le sorprende que acabe mis intervenciones citando a los místicos. Hoy no va a ser una excepción.
Dejó escrito San Juan de la Cruz que “Al final de la vida te examinarán del amor”.
Yo deseo a Ramón y a todos los que están, estáis construyendo Almería y Andalucía, desde el gobierno y la oposición, que cuando acabe su travesía política, que aventuro larga, aprueben con nota ese examen porque hayan cumplido con apasionada inteligencia la inexcusable obligación de hacer una sociedad mejor.
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